
Era uno de esos domingos de mitad de verano en que todo el mundo repite: "Anoche bebí demasiado." Lo susurraban los feligreses al salir de la iglesia, se oía de labios del mismo párroco mientras se despojaba de la sotana en la sacristía, así como en los campos de golf y en las pistas de tenis, y también en el parque de animales y plantas donde el jefe del grupo Audubon sufría los efectos de una terrible resaca.
- Bebí demasiado -decía Donald Westerhazy.
- Todos bebimos demasiado -decía Lucinda Merrill.
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Así empieza el relato de John Cheever, "El nadador" (en la traducción de José Luis López Muñoz en Bruguera), muy parecido al día de hoy, aunque sin el sol veraniego que nos haría entornar los ojos al comentar entre nosotros las consecuencias de la fiesta del spritz de anoche: la inevitable resaca que a todos nos iguala.
Hay una adaptación cinematográfica del relato protagonizada por Burt Lancaster que aún no he logrado ver; supongo que el vestuario del señor Lancaster durante toda la película se reduce a un bañador, pero lo que sí se es que el propio Cheever hace un cameo en el film. Para la resaca de hoy: podéis ver la aparición del escritor aquí; y leer el relato completo acá (en una traducción distinta a la que he leído hoy mientras desaparecía el dolor de cabeza).
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