KOSUTH O CÓMO UTILIZAR LAS PALABRAS DE LOS DEMÁS PARA ENVOLVER EDIFICIOS

26 de marzo de 2008

A veces encontramos cosas maravillosas, aunque es cierto que generalmente nosotros no tenemos mérito alguno al respecto. Éste puede ser un buen ejemplo.

Joseph Kosuth presentó en La Casa Encendida a mediados de febrero su instalación artística “Al fin creí entender (Madrid)”. Y desde que la descubrí hace un mes ha conseguido reducir al mínimo todos los posibles caminos de regreso a casa por la noche: siempre termino pasando por delante. “Al fin creí entender” es un lujo que –lástima!- estará tan sólo hasta el día 31 de este mes (el próximo lunes).

¿Pero, no íbamos a hablar de libros?
El proyecto de Kosuth consta de una serie de neones luminosos dispuestos en la fachada del edificio en los que leer pequeños fragmentos tomados de algunas obras de Cortázar, Onetti y Borges, construyendo a partir de ellos un texto nuevo, con un significado propio e independiente. Este dispositivo-instalación explora la naturaleza del arte (tragad saliva si os preguntan por qué esto es arte; pero afirmarlo de forma rotunda) y los límites de la autoría o el concepto mismo de creador. Cuestiones convertidas en fundamentales en la obra de este creador norteamericano que trabaja “sin ensuciarse las manos” y re-utilizando elementos ajenos.




¿Y esto es arte?
Al hablar de Kosuth es inevitable señalar la línea discontinua que termina uniéndole a Marcel Duchamp (travestido a tiempo parcial en Rrose Sélavy) y a los primeros pasos del llamado arte conceptual. Los ready-mades de Duchamp dejaron obsoletos los conceptos de arte y artista empleados en el paradigma romántico: la obra de arte deja de ser única por definición, y artista no implica la manufacturación de los objetos empleados. El arte conceptual implica (a grandes rasgos) el paso de la apariencia al concepto, negando la producción de obras con el mero fin de su carácter ornamental.




Calvin, Hobbes y Nietzsche
Si conocidos son los revuelos que levantaron las obras de Duchamp, como el caso del urinario convertido por arte de birlibirloque en una “Fuente”, no menos sorprendentes y escandalosos han sido las obras de Joseph Kosuth en su pretensión de conducir el arte hacia su desmaterialización (que no desaparición –aclaro-). Su obra “Una y tres sillas” (1965) expone una silla de madera, la fotografía en blanco y negro de esa misma silla y la definición de la palabra “silla”. Juzguen ustedes mismos, yo estoy irremediablemente de su lado.

Kosuth volvió a llamar la atención, sorprendiendo a los fieles seguidores de las tiras cómicas de Bill Watterson, con “Doble lectura”, una obra más reciente que corta, pega y hace dialogar unas viñetas de Calvin y Hobbes sobre el arte y los artistas posmodernos, con una cita de Nietzsche referida a cierto comentario de Goethe.


Quien pase estos últimos días por La Casa Encendida descubrirá que el arte puede ser la propia definición de arte o las instrucciones para realizarlo. Y aún así conseguir emocionarnos. Disfrutadlo.