Cuerpos enfermos

27 de octubre de 2008
No tiene buena cara está mañana, monsieur Proust...

Dostoyevski: tuberculoso; Baudelaire: comido por la sífilis; Fitzgerald: cirrótico perdido... ¿Pero es que son los escritores seres más predispuestos a la enfermedad que el resto de los mortales? ¿Será que la imaginación febril de éstos acaba por infectar el propio cuerpo del autor? ¿O será al revés y la literatura nace en muchas ocasiones de la experiencia del cuerpo enfermo? Así lo creía Artaud, quien situaba en su carencia de salud la raíz de su abrasiva literatura...

Ya sea como un intento por sobrevivir a la inevitable derrota o a raíz de la necesidad de fijar las experiencias de su convalecencia, lo cierto es que la enfermedad y la literatura han estado estrechamente ligadas a lo largo de la historia, dejando obras tan extraordinarias como 'La montaña mágica' de Thomas Mann o el 'Pabellón número 6' de Antón Chéjov. Sin embargo aquí nos interesa la enfermedad no como tema, sino como experiencia de uno mismo. Autores como Proust, Kafka o Bolaño escribían sabiendo que la vida se les escurría entre los dedos. Este último dejó escrita una conferencia al respecto: 'Literatura+enfermedad=enfermedad'. Un texto deshilachado pero de una intensidad desgarradora incluido dentro de 'El gaucho insufrible' (Anagrama, 2008). Bolaño sabía que no le quedaba tiempo y lo vano que resultaban los libros (como los viajes o el sexo) cuando se acerca la hora, sin embargo se lanzó a todo ello como una forma de descubrir "lo que siempre ha estado allí".

Parra, por Bolaño. Bolaño, por Parra.


Y muchos de ustedes pensarán: "¡Ya están los Infames poniéndose estupendos otra vez...!" Sin embargo, estos pensamientos y otros muchos vinieron a nuestras cabezas tras leer un poemario de extraña belleza: 'Cuerpo trasparente' (Rosa cúbica, 2008) del escritor rumano Max Blecher (1909-1938). Un libro plagado de imágenes oníricas, salvajes y delicadas a un mismo tiempo. Su autor había permanecido los últimos diez años de su corta vida enfundado en un corsé de escayola a causa de una tuberculosis ósea que le llevaría a visitar diferentes sanatorios de toda Europa. Hay imágenes que nos muestran a Blecher postrado en un carrito, como un hombre deshecho atrapado en el cuerpo de un niño, que no dejan de producir un escalofrío en el que las contempla.

Conozco un librero trabajando en una gran superficie (permítanme que me reserve el nombre de ambos) que entre abrecartas y demás literatura de 'garrazafón' sigue apostando invariablemente por Blecher, alineando con tozudez su 'Acontecimientos de la irrealidad inmediata; La guarida iluminada (diario de sanatorio)' (Aletheia, 2007) en los frontales más visibles del local. Y no es para menos... Aunque agrupadas en un mismo tomo se tratan de dos obras diferenciadas (aunque hay quien dice que nunca se deja de escribir el mismo libro una y otra vez...): la primera de ellas reinterpreta en clave surrealista el teatro personal de su primera juventud y lo hace, como escribe su amigo Sasa Pana en el prólogo, "fijando sus pesadillas en palabras como quien fija una mariposa: la aguja ha clavado sólo el cuerpo del insecto, pero las alas cargadas de polen siguen batiendo". La otra obra, 'La guarida iluminada (diario de sanatorio)', nace de sus experiencias como convaleciente en las casas de reposo. Blecher observaba su cuerpo enfermo intuyendo que la realidad estaba profundamente equivocada, de ahí que en su texto sueño y vigilia, fantasía y realidad, se confundan como si se trataran de interferencias en el dial. No le compadezcan. Leánlo.

el cochecito de max

Otra experiencia alucinante de la propia enfermedad se la debemos al húngaro Frigyes Karinthy: 'Viaje en torno de mi cráneo' (Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 2007). En 1936 Karinthy se encontraba en un café de Budapest cuando sintió como dos locomotoras le atravesaban los tímpanos. Éste fue el principio de un extraño 'viaje' que le llevaría de la mesa del café a la de operaciones en donde le extirparían un tumor cerebral. Aquella experiencia fue consignada en un libro que ha ido adquiriendo la categoría de mágico entre los iniciados en el secreto. Y es que el texto del escritor magyar está plagado de asociaciones libérrimas, como si al abrirle la tapa de los sesos sus pensamientos e ideas hubieran revoloteado por el quirófano como un extraño pájaro. La muerte de su autor iba a sobrevenir tan sólo un par de años después de aquello, como si el destino (esa rara carambola) se hubiera servido de él, concediéndole una prórroga para escribir lo que es una de las mejores obras de la literatura del siglo pasado. Así de rotundo.

Publicado en soitu.es (25-10-2008)


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