Los amigos de Boris Vian (y el cine)

16 de enero de 2009
Una declaración de amigo

Nos estamos preparando para otro evento: este año se cumplen los 50 años de la muerte de Boris Vian y deberíamos celebrarlo con las dos cosas importantes que hay en la vida (según el propio autor en el preámbulo de "La espuma de los días"), "el amor, en todas sus formas, con chicas bonitas, y la música de Nueva Orleans o de Duke Ellington." Todo acompañado, por deseo expreso de sus amigos (declarados), de combinados alcohólicos aún desconocidos, preparados y mezclados en el gran invento del pianocóctel.

Hace unos días logré hacerme con un ejemplar de "Calle de las arrebatadoras", el libro editado por Icaria en 1992 donde se recopilan 18 guiones cinematográficos escritos por Boris Vian, a quien, constantemente curioso, parece que nada le fue ajeno, salvo la ignorancia y la vagancia (novelista, poeta, inventor, ingeniero, músico, compositor y cantante, me dicen que también actor, crítico de jazz, sátrapa patafísico y algo que seguramente esté olvidando)

Su relación con el cine es algo que tendré que desentrañar con la lectura de estos guiones y con las dos biografías que he podido encontrar sobre él ("Las vidas paralelas de Boris Vian" de Noël Arnaud; "Boris Vian" de Jean Clouzet). El último de los guiones incluido en "Calle de las arrebatadoras" es el que él mismo escribió a partir de su novela "Escupiré sobre vuestras tumbas", cuya adaptación cinematográfica no sólo le suposo los inevitables quebraderos de cabeza, sino la muerte en la butaca del cine durante uno de los estrenos de la película en cuestión. Porque tras constantes desavenencias con los productores del filme, Boris Vian fue despedido del proyecto y tuvo que acudir de incógnito al estreno de la película. Cuentan que antes de desplomarse en la butaca por un paro cardíaco dijo sus últimas palabras: "¿Se supone que estos tíos son americanos? Venga ya!".

Leo en ADN.es una noticia de Javier Pulido referente a su relación con el mundo del cine y a los intentos (fracasados) por adaptar sus novelas:

[...] A Vian le faltó tiempo para adaptar su propia obra, que hasta la fecha apenas ha conocido traslación cinematográfica. Pese a que novelas como El otoño
en Pekín, La hierba roja o La espuma de los días alcanzaron el éxito después de
su muerte, su imaginería surrealista, su lenguaje metaliterario y sus continuos cambios de trama no sólo han desanimado a directores y productores, sino que han provocado incluso que parte de la obra de Vian sea ignorada en lengua
inglesa.
La espuma de los días es quizá la obra más conocida de Vian. Es una historia de amor loco y terminal recorrida por las obsesiones del autor (su rechazo a la cultura del mito o sus críticas a la religión y la autoridad) cuya adaptación desesperó a un novato Charles Belmont en 1968. "Era muy difícil adaptar a Boris Vian. Yo todavía no había filmado nada.
"Entonces vino un productor y quería que hiciera esta película, a lo cual le contesté que no, que creía era inadaptable".En 2001 el japonés Gô Rijû lo volvió a intentar con Chloe (así se llamaba la pieza de pantanoso jazz de Duke Ellington que inspiró La espuma de los días), centrándose en la dolencia que sufre una de las protagonistas de la obra, en cuyos pulmones se ha introducido un nenúfar. Por desgracia, los ágiles, brillantes y surrealistas diálogos de la novela, plagada de referencias al jazz y al ambiente cultural de la época, quedan sepultadas por un narcisismo estético y a la postre vacío.
El director francés Pierre Kast, uno de los fundadores de Cahiers du Cinema llamó
a su amigo Boris Vian (en el papel de...Boris) para Le Bêl age (1959).
Paradójicamente, en 1985 Kast encontró la muerte mientras rodaba una versión
para la televisión de otra de las novelas más populares de Vian, La hierba roja.

Tras el fiasco de la primera versión de Escupiré sobre vuestras tumbas, casi ningún otro cineasta se ha atrevido a intentar adaptar las novelas negras de Vian, escritas bajo el seudónimo de Vernon Sullivan, en las que parodiaba/homenajeaba a grandes maestros del género como Raymond Chandler. Lo intentó en 1971 Ferdi Merter con Ipini boyunda bil, en una imposible versión.
Tampoco los relatos cortos del francés han sido llevados a la gran pantalla con frecuencia, a pesar de sus posibilidades narrativas. La excepción es Lobo hombre, que ha sido adaptado en dos ocasiones: Mona, les chiens, le désir et la mort y À feu, un corto mudo de animación.
Sin nuevos proyectos a la vista para adaptar al irrepetible Boris Vian, sólo queda salivar pensando en lo que pasaría si una de sus obras cayera en manos de creadores de universos tan personales y surrealistas como Michel Gondry y Terry Gilliam. O eso, o admitir de una vez que Boris Vian es inadaptable y limitarse a rodar una película en la que se cuenten las razones, como hizo Michael Winterbotton con Tristam Shandy: A cock and bull story (2007).


Ya avisaremos de la obligada celebración: amor, música y pianocóctel!