"Está claro que cuando una cantante alemana me prepara, por ejemplo, patatas salteadas, me está aburguesando"

20 de febrero de 2009
"Por lo general, antes de ponerme a escribir
me enfundo primero una bata de prosas breves"

Podía haber inventado cantidad de títulos curiosos, pero ninguno tan genial como estas palabras sacadas de debajo del sombrero de Robert Walser (extraídas de "Escrito a lápiz. Microgramas I(1924-1925)", Siruela) y que, seguro, serán del gusto de al menos un par de personas que creo conocer. Como no puedo dormir he abierto este primer tomo de los microgramas por una página cualquiera, y enseguida he encontrado este (vamos a llamarlo) poema. Eso es lo único que pretendo hoy: compartir el (a su manera) poema, leer algunas páginas más y (eso!) dormir.

Hay algo en mí que se alegra
cada vez que veo gente irritada,
quiero decir que soy feliz
cuando siembro el descontento.
Se ablanda el enfado,
y quien fue cruel y descuidado
puede ahora amar y cuidar.
Me despreciaba casi siempre
que me tenía respeto a mí mismo,
si podía sufrir, encontraba abiertas
las puertas de la felicidad
y volvía a alegrarme
por regresar de nuevo a ese estado.
A mi madre la temía
porque lo suyo era sufrir, me inquietaba
la compasión que yo sentía.
Debo rehuir las amistades
para no avergonzarme de quien soy,
ya que nunca me decepciono a mí mismo
sino siempre a los demás.
Vivo al margen de la sociedad,
hablo alegre, amable
y suavemente, porque nadie
me tributa admiración.
Me encanta destacar
donde no ha lugar a distinguirme, y me aparto
cuando intuyo un resplandor,
como una esclava blanca
nacida para la oscuridad, y añado lo siguiente:
en ninguna parte existe independencia.
¿No son los libres quienes sirven con más voluntad?
Sin haber sido perezoso
no puedo decidirme a ser laborioso,
ni mejorar
sin haber mostrado antes un defecto,
ni tampoco estar alegre
sin haber estado disgustado, ni confiar
sin haber desconfiado. A la creencia la sigue,
si la dañan, el descrédito.
Por eso no creo y me reservo cosas más hermosas.
Mientras se reponen los enfermos, enferman
los sanos; por más años que tenga, me convenzo
y vuelvo a ser joven.
Si me asusto me despierto.
La seguridad en uno mismo me parece un marasmo
en el que duermen los trabajos
que demandan sacrificio;
Fuerte se mantiene quien no se considera como tal.

Robert Walser, Microgramas I (Siruela, 2005; pp. 73-75)


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