la noche insólita

11 de marzo de 2009

Poco después participamos en una manifestación literaria. Picasso acababa de escribir una pieza teatral, "El deseo agarrado por la cola", que evocaba las obras de vanguardia de los años veinte; era un lejano y tardío reflejo de "Las ubres de Tiresias"; Leiris propuso hacer una lectura pública de ella y aceptamos; Camus se encargó de dirigir el juego; tenía en la mano un grueso bastón con el que golpeaba el piso para indicar los cambios de decorados; describía los decorados y presentaba a los personajes; dirigió a los intérpretes elegidos por Leiris que ensayaron durante muchas tardes...

Así empieza Simone de Beauvoir a relatar en "La plenitud de la vida" (Edhasa) la aventura que supuso la primera lectura de "El deseo agarrado por la cola" durante los últimos días de la ocupación alemana (ese París recreado por el Infame Modiano en alguna de sus mejores obras). A continuación podría dar la lista completa de los miembros de aquel reparto inigualable. Y ustedes asentirían a medida que se fueran topando con alguno de los nombres más destacados (y citados) de aquellos años. Pero eso lo haré más adelante... ahora quiero que imaginen los momentos posteriores a aquella lectura cuando, una vez fuera de la casa los adulones y alabanceros de Picasso, un grupo de amigos se reunen en torno a un pequeño y viejo tocadiscos y se atreven a dirigir su aguja tras varios años de silencio. Los allí reunidos han sobrepasado el toque de queda y deben esperar hasta el amanecer para que se vuelva a abrir una ciudad que les está prohibida. Imaginen la madera crujiente bajo unos tímidos pasos de baile y el humo enroscándose en una lámpara. Allí está la propia Simone de Beauvoir, descubriendo que han perdido la costumbre de trasnochar mientras abre una botella de vino. Leiris y Camus escenifican un drama español a petición de los allí presentes, que sienten como un despertar tras un largo sueño: beber y conversar juntos en el corazón de las tinieblas era un placer tan furtivo que nos parecía ilícito; participaba de la gracia de las dichas clandestinas.

Como testimonio de aquella algazara quedan dos fotografías que Brassaï tomó posteriormente en el estudio de Picasso y en la que se puede ver a muchos de los actores y espectadores de aquella inolvidable sesión que habría de permanecer en el recuerdo de todos quienes la vivieron. Si son ustedes tan fetichistas como servidor no lo duden más y acérquense hasta el Círculo de Bellas Artes de Madrid para ver una exposición centrada en aquella farsa surrealista. Nos lo van a agradecer...



La alineación titular del movimiento moderno


De pie: Jacques Lacan sacando tripa junto a Cécile Éluard, Pierre Reverdy, la anfitriona Louise Leiris, Pablo de Málaga tapando a Zanie Campan (no, no es Carmen Miranda). Si se lo preguntan las dos señoras a su izquierda son las escritoras Valentine Hugo y Simone de Beauvoir. Y un poco más apartado Brassaï, con su característica mirada de hipnotizador húngaro. Sentados y más cómodos: Jean-paul Sartre que no se sabe si miraba a cámara, el director Albert Camus, Michel leiris -quien quería que toda esa gente se largara de una vez- y el señor Jean Aubier.

Entre los que se quedaron fuera de la instantánea: Raymond Queneau (sí Gonzalo, sí...), Dora Maar, Margarita Campari, Georges Hugnet, Jacques-Laurent y otra gente rara que pasaba por allí...


***

Coda (o adición brillante al período final de una pieza musical): La noche del 24 de agosto Picasso, inquieto sin saber porqué, se íncorporó sobre su colchón y abrió la ventana de su estudio. Escrutó el cielo de París y comprobó sorprendido como éste había cambiado de color. Sin embargo, en aquella ocasión no pudo arrancarle a las nubes nada más y terminó por dormirse de nuevo. Si hubiera permanecido despierto un instante más habría podido escuchar la sorda marcha de un primer tanque adentrándose en la ciudad. Era el primero en entrar en París. Sobre su cubierta podría haber leído un nombre: "Guernica".


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