Elogio de la calvicie o de la inutilidad de los peines

9 de abril de 2009
Divino Yul Brynner! Hombre de egregia calva!

Al parecer, para el hombre supone una auténtica ventaja filosófica poseer un cuello largo como el de las grullas "con objeto de que tenga tiempo de reflexionar antes de comenzar a hablar". Seres así, representados con cuerpo de hombre que desemboca en una cabeza de pájaro, extraños sin duda, pero serenos y meditabundos por su peculiar naturaleza, son conocidos como "los agripianos", el nombre con el cual se ha bautizado la colección de la editorial Errata Naturae dedicada a la filosofía.

Sinesio de Cirene demostrará en esta obra que los seres humanos más perfectos, sabios y cercanos a la divinidad son los calvos, al contrario de lo que pretendía argumentar Dión con su Elogio de la cabellera, y que tantos funestos sentimientos hizo anidar en el corazón de Sinesio cuando acariciaba su incipiente calva. "Mi discurso, pues, argumentará que de todos el que menos debe avergonzarse es el hombre calvo. Y qué si tiene la cabeza pelada, pero el entendimiento poblado [...]?". Hará reír y dará que pensar: calculen ahora (sobrará con los dedos de una sola mano) cuántas novedades editoriales a día de hoy consiguen algo parecido. Para más inri (hoy jueves santo) este filósofo nació en el año 370 d.C.

Porque al igual que muchos valoran la fotografía de una buena película según lo "bonitos" que sean los paisajes que aparecen (cuando no les apetece verla más o menos con la única base de lo guapos o feos que sean sus protagonistas), otros se equivocan al pensar que el tema a tratar otorga por sí mismo el interés o la dignidad de una obra. Entonces, por qué la calvicie no puede considerarse un tema filosófico. De ello hablaremos.

Este divertido y provocador "Elogio de la calvicie" cumple las condiciones de esta colección que "pretende recuperar escritos clásicos de la historia de la filosofía que, habiendo sido relegados a un ámbito marginal de las líneas mayores de la recepción historiográfica, ostentan, sin embargo, una vigencia colosal en el interior de los nuevos contextos interpretativos." Viene prologado por una magnífica introducción de Iván de los Ríos, que no sólo presenta al autor y analiza la obra, sino que aprovecha para enmarcarlos dentro de los presupuestos de la colección: el proyecto filosófico occidental ha delimitado aquello que es digno y susceptible de pensamiento, estableciendo así, por un lado, la enumeración de cuales son los temas filosóficos prioritarios y los filósofos más importantes, y, por otro, "el perímetro de lo insignificante": aquello que se considera secundario, coyuntural y casi marginal. Cuando se levanta un muro tan importante es pensar en lo que va a quedar encerrado en su interior como en lo que quedará fuera: quien se asome a lo más alto del muro y contemple la extensión de tierra que hasta ahora ha sido despreciada por considerarla prescindible, encontrará en el edificio carencias o errores, dará buena cuenta de las imposiciones (interesadas), y podrá cuestionar el relato historiográfico del pensamiento filosófico occidental.

La coronilla de Marcel Duchamp: más cerca de la perfección con este corte de pelo

Según las historias de la filosofía (las que le mencionen) Sinesio de Cirene es autor de unos Himnos, unos Tratados (menores), y de una serie de Cartas (todo incluido en dos volúmenes editados en su momento por Gredos) que hasta hoy parecían tan sólo del interés de unos pocos y raros especialistas; Sinesio se encontraría desde el punto de vista historiográfico más ramplón "en el ámbito marginal de la escritura periférica" (más claro no puede ser Iván de los Ríos en el prólogo). Su figura se nos aparece difusa y dislocada entre su condición de filósofo de formación neoplatónica y su posterior nombramiento como miembro de la jerarquía en la iglesia cristiana, como si su condición natural y valor actual fuera el de la contradicción de toda línea recta: tentado a pesar de su fe cristiana por la finitud y los placeres de todo mortal, con los ojos vueltos hacia la vida eterna pero con apego constante hacia lo efímero, repartiendo su tiempo entre el estudio y lo más terrenal: la diversión. Sinesio de Cirene parece escribir para ser más sabio, pero también para ser más feliz. Sinesio pertenece a otra época, pero es inesperadamente moderno.

Su "Elogio de la calvicie" es una obra de arte de la minucia. De forma breve, afronta con ironía un tema de apariencia banal con las ganas y formas de los tratados filosóficos, pero nunca terminamos de creer que ahí se acabe todo, que se trate tan sólo de un juguete o de un ejercicio retórico. Por eso dije antes que hace reír y da que pensar. "Quien para el pueblo escribe y para el pueblo habla, necesariamente ha de ser como el pueblo en su forma de pensar, para poder manejarlo a su gusto y ser elegido. Pues, siendo incultos, son concienzudos y estrictos defensores de absurdos prejuicios, tanto que, si alguien trastoca algo de lo patrio, en seguida tendrá que beber la cicuta." Y esto no es (mera) broma.

Utilizará toda su elocuencia persuasiva para convencernos y conseguir devolver la ignomia a los melenudos, argumentando a su favor mediante evidencias que ha observado: cuanto menos pelo tiene el hombre más consigue distanciarse y diferenciarse de los peludos animales irracionales. "La cosa es tal que no se esperan el uno al otro, la razón y la cabellera, sino que, como la oscuridad y la luz, se huyen." También hará referencias a las teorías platónicas sobre lo divino y sus rastros en lo terrenal (la calva sería la figura geométrica más perfecta), citará algunas autoridades: fragmentos de obras ajenas y el brillo cegador de ciertas calvas ilustres (Sócrates, Platón, Sileno, Asclepio...); desacreditará lo dicho por Dión y hará referencia a alguna anécdota que hable de las ventajas de los calvos incluso en el combate cuerpo a cuerpo.

El artilugio "creado" por Duchamp para peinar ideas

Y sin más, Sinesio de Cirene dice al final que son los adúlteros y los afeminados (que venden las gracias de su cuerpo a cambio de plata y participan más que gustosos en las fiestas itifálicas) los que arreglan su pelo con más cuidado. ¿Filosofía? ¿Divertimento? Ni una cosa ni la otra, sino ambas a la vez.


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1 comentario

  • Anónimo says:

    Calvo que no quiere encabellarse

    Pelo fue aquí, en donde calavero;
    calva no sólo limpia, sino hidalga;
    háseme vuelto la cabeza nalga:
    antes greguescos pide que sombrero.

    Si, cual Calvino soy, fuera Lutero,
    contra el fuego no hay cosa que me valga;
    ni vejiga o melón que tanto salga
    el mes de agosto puesta al resistero.

    Quiérenme convertir a cabelleras
    los que en Madrid se rascan pelo ajeno,
    repelando las otras calaveras.

    Guedeja réquiem siempre la condeno;
    gasten caparazones sus molleras:
    mi comezón resbale en calvatrueno.

    Francisco... de Quevedo