ministro ravelstein

8 de abril de 2009

¡Hasta aquí me tenéis...! ¡Hasta aquí!

Cesar Antonio Molina (no confundir sus iniciales con ninguna de las organizaciones que menciona habitualmente Rodríguez Rivero), un autor sin lectores, acaba de dejar su puesto como ministro de cultura. Seguro que hizo algún ruido al dejar su cartera sobre la mesa del despacho. Yo no acabo de entender la decisión. Si que la entienden aquellos que me hablan de lo mucho que ha logrado irritar su “Código de Buenas Prácticas” y sus roces con el titular de Exteriores... Sea como fuere “la señora” Monmany ya puede estar contenta porque, a partir de ahora, tendrá a su hombre más tiempo en casa. Desde aquí lo único que nos cabe es recomendar a su sucesora Ángeles González-Sinde, guionista de la poligonera “Mentiras y gordas” (ays!), que lea las memorias ministeriales de Jorge Semprún (“Federico Sánchez se despide de ustedes”, Tusquets) para hacerse una idea de lo que le espera. Y ya que se acerca a una librería que aproveche el viaje y pregunte si ha salido ya la cuarta entrega de las memorias-ficción de su predecesor ("Lugares donde se calma el dolor") que anuncia Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, que también reeditará su primera novela, "Fuga de amor". El muerto al hoyo y los vivos... al bollo.

Me interesa más el cambio en la cartera de educación. Habría mucho que decir (de hecho, mucho se ha dicho ya) sobre el nombramiento de Ángel Gabilondo. Se trata de una decisión corporativista dirán unos, el pago por favores pasados, los otros. No es mi intención retenerles aquí hablándoles de los retos que suponen la financiación o el EEES, doctores tiene la Iglesia para ello. Hará bien Gabilondo en seguir sus propias palabras:

Los expertos en todo, los que siempre tienen información, opinión, criterio y posición, los que una y otra vez insisten en que nada es como ellos lo harían, en que lo saben mejor, en que abren e iluminan los caminos, no sólo me desazonan sino que me parecen eso, unos iluminados. Me inquietan sus apariciones y, en cierto modo, me preocupan. Entre otras razones porque entiendo que no me necesitan, ni precisan de mi palabra ni, en cierto modo, de mí, salvo para que reciba y atienda la verdad de sus sentencias. Su saberlo todo me convierte en discípulo, en recipiente y, supongo que lo esperan, en obediente. Pero ante las grandes decisiones, ante los grandes asuntos han de esgrimirse motivos, argumentos, propuestas, posiciones, pero no imposiciones, por más que uno esté convencido de lo que dice. Incluso, aun siendo certezas, conviene no confundirlas con la verdad.

Habrán de saber perdonarme las continuas referencias a la primera persona (todo un signo de los tiempos), pero quien esto escribe es de natural escéptico -no, no natural: converso- con todo lo referente al mundo universitario, sacudiéndose como está el polvo del academicismo rancio que se le ha acumulado sobre los hombros durante todos estos años. No tengo muy claro lo que quiero decirles, así que será mejor haga mías las palabras de Lester Bangs: I´m not saying that all college students are subhuman. I´m just saying that if you aim to spend a few years mastering the art of pomposity, these are places where you can be taught by undisputed experts. Eso es. Gracias Lester.

¿nació Bellow realmente con esta cara de viejo?


Pienso que el nombramiento de Gabilondo como ministro de educación dejará vacante la presidencia de la Conferencia de Rectores que antes ocupaba el filósofo... bien, si quieren un consejo, yo ofrecería ese puesto a Abe Ravelstein, el excesivo profesor salido de la cabeza de Saul Bellow como homenaje a su amigo Allan Bloom. Ravelstein (fastuoso, judío, hedonista, esotérico, uraniano... fascinante) contagia, llama a encontrar nuestra contrapartida, la parte escindida de nuestro ser. Un saber primordial que sabe que no se encierra en las aulas, sino que hay que salir a buscarlo en los otros, porque bajo los escombros de las ideas modernas el mundo sigue en el mismo sitio, todavía por descubrir.

Ya no distinguimos lo original, lo nuevo; al final ya no somos capaces de conmovernos delante de un rostro, de una persona. Y aquí es donde entra en escena Ravelstein. Él te hacía volver el rostro hacia el original. Te forzaba a que reabrieras lo que tú mismo habías cerrado.

Apúntense a sus clases.

PD: Como se que son gente con gusto, les informo que Sufjan Stevens (¡qué tipo!) le dedicó una canción al bueno de Saul Bellow dentro de su álbum Avalanche.

, ,

1 comentario

  • ¡uraniano!

    no se le escapa una, mi apreciado tipo infame.

    bueno, tal vez debería haber añadido "ceferínico" a su lista. aunque es probable que sólo lo hubieramos entendido usted y yo.

    en cualquier caso, me hizo usted una recomendación impagable, que espero se repita.

    por cierto, me gusta su acercamiento. para mi gusto, ha seleccionado el párrafo más bonito de toda la novela. ¡enhorabuena!