Raspall, el escribiente

6 de abril de 2009
¿Es Bartleby una metáfora del escritor? ¿Se trata en realidad su I would prefer not to de una de una fórmula cómica que emparenta a Melville con Kafka o Beckett , tal y como defiende Deleuze? ¿o será Bartleby más bien, como argumenta Giorgio Agamben, una representación del Mesías?

¿Existe acaso un personaje más glosado que este impenetrable escribiente? ¿Una frase más analizada que la de este opaco copista legal? Personalmente creo que otras obras de Melville como Billy Bud merecerían más atención que este archicitado relato (también lo cree así Morrissey, que no es filósofo... ¿pero quién se iría de copas con Deleuze en lugar de con Mozzer? ¿eh?). Y la verdad es que tantas interpretaciones amenazan con secar, mas que con iluminar, el verdadero significado de Bartleby. De hecho, las mejores reflexiones que se han hecho sobre el tema no las encontramos en sesudos estudios, sino que han sido volcadas a través de otras obras como en el homenaje de Vila-Matas a los genios ágrafos que es su genial Bartleby y compañía o cuando José Luis Pardo comparte sus dudas acerca de la (im)posibilidad de la literatura. Porque escribir que no se puede escribir, también es escribir...¿verdad, Marcelo?.
Preferiríanohacerlopreferiríanohacerlopreferiríanohacerlopreferiríanohacerlo...

Entonces ¿por qué ese empeño en analizar, en clasificar? ¿por qué buscar un significado? Fue un enemigo declarado del oficio de copista, Jean Dubuffet, quien nos advirtió que las ideas son como el vapor, que se convierte en agua al tocar el plano de la razón y de la lógica. Para el pintor no había nada más asfixiante que nuestro respeto occidental por las ideas elaboradas (por otros) y abogaba por sustituir el análisis y la reflexión por un acercamiento instintivo, delirante, caprichoso a la cultura (algo así como lo que les proponemos desde este espacio). De ahí que nos sumemos a su cruzada para acabar con mandarines e impostores, con necrófagos y embalsamadores, con copistas y escribientes de cualquier ralea.

Porque ya puestos y tras leer varias veces Bartleby debo confesarles que encuentro más verdad en las palabras con las que acaba el Raspall (Cepillo) de Pere Calders que en la obra de Melville: No es seguro que lo sea, pero merecería serlo. Vuelvan a leerla: No es seguro que lo sea, pero merecería serlo. Ahora podría sacar papel y polvos secantes, calzarme las puñetas y alabar la defensa que el escritor catalán hace de lo incongruente a través de su cepillo. Que ese desvío de la realidad que nos propone tomar Calders no es sino un camino hacia la utopía despojada de su componente esquizofrénico. Raspall no sería madera, cola y cerdas animadas, ni tan siquiera sería un libro, sino un atajo hacia un “no-lugar” desde el que abrir el campo de lo posible a lo imaginario, a la evasión de una vida que se nos puede llegar a hacer insoportable... y podría seguir, pero entonces ya no necesitarían leer Raspall (un cuento para niños por cierto) ni descubrir a Calders ¿verdad?.

Lean, disfruten... dejen el resto a los escribientes.
.
Pere Calders, cartógrafo de la irrealidad inmediata

, ,