¿Un Gouncourt? S´il vous plaît

11 de abril de 2009


Cool as fuck (a pesar de los calcetines)

Lo malo de crecer no es que vayamos asumiendo responsabilidades o que cada vez el tiempo se convierta en un breve espacio comprendido entre la salida del trabajo y la vuelta al mismo al día siguiente. No, no os equivoquéis. Lo peor según cumplimos años, lustros o décadas es el robo progresivo de ilusiones con los que nos va devorando la vida.

Quizá por mi condición infame la primera utopía que abandoné, no sé si por voluntad mía o de ella, fue la fe religiosa. Después le siguió el desencanto con la política, la muerte de Chanquete y el descubrimiento del secreto de Milli Vanilli. A pesar de todo siempre mantuve viva la esperanza de que los concursos y festivales eran claros y honestos como el de Miss España. Sin embargo ahora comienzo a dudar de que éstos e incluso los premios literarios puedan estar amañados. ¡Qué el señor Lara nos pille confesados!

Sería fácil poner ejemplos de premios literarios que con los años han ido abandonando su idea original (galardonar un libro por su calidad y destacarlo a los lectores) para convertirse en meros elementos de mercadotecnia infantil. Así que vamos evitar caer en la crítica fácil (te salvas por poco, premio Planeta) para alabar las virtudes de un premio literario que sigue siéndose fiel, manteniendo un alto nivel en las laureas que otorga. No, no es el Infame, se trata del Goncourt.
.
Scott y Zelda, vidas de novela

Quizá por la hilera de estupendos autores a los que les ha sido concedido este premio (Proust, Malraux, Duras o Modiano entre otros), la selección de un jurado independiente y variopinto o la escasa dotación económica que se mantiene igual desde su fundación en 1903 (apenas 50 de los antiguos francos), lo que ha destacado al Goncourt como el premio francés más importante de la literatura en ese idioma que convierte al ganador anual en un ejemplar básico para la librería de cualquier francófilo.

El último premio Goncourt (2007) que acaba de llegar a las librerías españolas es 'Alabama Song' de Gilles Leroy. Publicado por RBA, narra la vida a modo de diario íntimo o confesiones de Zelda Sayre, la esposa de Scott Fitzgerald. El encuentro fortuito en Montgomery (Alabama) una noche de 1918 desencadena una relación de amor y tormento que condenará a ambos hasta el final de sus días.

Al igual que la canción de The Doors, Zelda buscará su camino chocando siempre con el ego y temperamento de su querido marido, el escritor. Ese bucle continuo y sin fin que comienza durante su inicial vida neoyorquina (polémica y escándalo incluidos) arropándolos temporalmente como el matrimonio de una época (los años 20), en la que casi todo estuvo permitido, para después expulsarles del paraíso de la civilización moderna.

La adoración de la que la sociedad hace gala con la extraña pareja colisiona con la infancia sureña de Zelda. El mundo soñado parece abrírsele, pero la barrera que su esposo crea cada vez más a su alrededor convierte a esta en el muro más difícil de franquear. El posterior adormecimiento de la relación, unido a la vida doméstica triste y aburrida les aboca a un enfrentamiento casi brutal. Los cambios de domicilio en Europa, el nacimiento de su hija o la fama de Fitzgerald no son suficientes para calmar los ánimos de la pareja.

De manera autobiográfica, Leroy profundiza y descubre rasgos de la esposa del autor de 'El gran Gatsby'. Su sensibilidad se traduce en palabras y hechos como el amor clandestino al que se ve abocada o la profunda incomprensión a la que la somete Scott. Como la propia Zelda, la manera de narrar nos va intrigando y seduciendo, para salir del ostracismo al que su propio marido trató de someterla y que ella intentó evitar por todos los medios posibles.

Si en 'El curioso caso de Benjamin Button' Scott Fitzgerald invierte los órdenes lógicos de la natura, lo mismo intentó con Zelda, sometiéndola a su esquema de relato sin posibilidad de variantes. Pero en esta ocasión erró en la escritura. Ahora Zelda, personaje secundario borrado con velos de seda, reaparece en un magnífico libro para recordarnos que "la explicación de la vida no explica nada", pero quizá nos ayude a entenderla.


Otra familia feliz


El Goncourt de los jóvenes franceses:

Existe otro premio, vástago y no sé hasta qué punto bastardo de Goncourt, que suelen dar los alumnos de bachillerato entre las 12 novelas finalistas del 'Goncourt padre'. Este premio se denomina 'Goncourt des Liceéns' y no cuesta entender por qué se lo llevó justo en 2007 'El informe de Brodeck' (Salamandra ). Lo que sí entraña algo más de dificultad es saber cómo un consejo de sabios acierta con una obra, pero deja escapar otra que merece como poco un premio similar al primero. Por eso los jóvenes franceses, que no están maleados por el 'Grand Prix' de Ramonchu, saben rescatar y bautizar con honores e incluso con medallas, que es muy francés y chovinista, la estupenda obra de Philippe Claudel.

En 'El informe de Brodeck', asistimos al final de la guerra, que suponemos la II Guerra Mundial, en un pueblo fronterizo, la llegada de un extranjero alemán que con sus rarezas enerva a la población, las relaciones atípicas que se establecen en periodos de ocupación militar, la vida en un campo de concentración nazi… Elementos y elementos que se mezclan de una manera sencilla y clara en la vida del protagonista y autor de un informe que lleva su nombre: Brodeck. Él será el encargado por coacción o por necesidad popular de escribir la vida de este extranjero extravagante que un día aparece por el camino de las montañas. La muerte de 'Der Anderer', como se le denominó, desempolvará los recuerdos del narrador de esta historia. Se sucederán capítulos precisos, que nos intensifican las sensaciones que va descubriendo el propio Brodeck según avanza en la redacción del documento.

Explorando a sus convecinos, va destapando lo más oculto de los seres humanos, aquello que ocultamos y que sólo en grupo nos atrevemos a sacar. Las pasiones más bajas que nos unen y que nos sirven para anteponer nuestras necesidades a las del grupo, sólo para sobrevivir. La supervivencia y sus mecanismos de hábitat (odio, amor, envidia, necesidad…) son la base de esta obra, son la base de la vida.


Siempre nos quedará Claudel


Sencillamente deslumbrante. Uno de los relatos que superan el momento y nos conducen a preguntas que sólo en la soledad del abandono podremos responder. Si cuando cerré el libro quise volver a empezarlo, debe de ser que hubo algo que me enajenó, como a Anderer, a Brodeck, a sus paisanos o a ti lector, tú también sobrevives a veces marginalmente aprovechando tus miserias que luego tratas de esconder. Así es el libro, así es la Humanidad.

Publicado en soitu.es


, , ,