el discreto adiós de Benedetti

18 de mayo de 2009
-Le estábamos esperando don Mario...

He decidido desconectar mi teléfono y enterrarlo en el fondo de una caja (sí, ya sabía yo que guardar esa caja de galletas suecas me iba a servir de algo algún día.. y mira que mi madre me decía que no, que eso era seguir guardando trastos inútiles y tal...). Todavía me estoy acordando de cómo la semana pasada recibía la llamada de mi hermano anunciándome la muerte de Antonio Vega y cómo juntos fatigamos las calles sin saber a donde ir, silbando alguna canción con las manos guardadas en los bolsillos, practicando el extraño arte de perder y saber ser feliz. Un par de días después recibía una llamada de M. para decirme que Castilla del Pino se había ido. Otra vez sonaba el móvil como un heraldo negro. Al día siguiente compré toda la prensa para saber más, husmeé en los blogs de mis amigos y visité una librería para hacerme con algunos libros: 'Teoría de los sentimientos' y sus memorias ('Pretérito imperfecto' y 'Casa del Olivo') por ejemplo. Cuando en la madrugada de ayer la pantalla del teléfono se iluminó de nuevo había algo que me decía que no debía atender la llamada, que debía dejarla pasar. No lo hice. Y ahora he decidido desconectar mi teléfono y enterrarlo en el fondo de una caja de galletas suecas.

Perdonen el tono autobiográfico de todo este comentario pero lo que no es autobiografía es plagio (por cierto, esta frase se la he plagiado a alguien, pero no recuerdo concretamente a quién...). Ayer murió Mario Benedetti, un mito discreto, como lo llamaba Hortensia Campanella en su biografía. Tenía 88 años y aunque hacía tiempo que lo intuíamos (el maldito teléfono no paraba de repetirlo con diferentes voces) no por ello el dolor es menor.

Todavía recuerdo la primera vez que lo vi... había decidido acompañar a una amiga (mis intenciones entonces eran más aviesas que poéticas, lo confieso) a un recital del uruguayo. Hay versos que se quedan prendidos de la memoria... en mi caso lo que se prendió fue la imagen de un hombre que daba una falsa impresión de fragilidad, pero que guardaba algo difícil de definir, algo que mi acompañante captaba de una forma difusa pero que traducía de un modo muy concreto: lo que al principio interpreté como un molesto picor se iba convirtiendo en un tocamiento abierto a medida que las palabras de Benedetti resbalaban por ella para perderse hacia abajo, hacia algún lugar que yo no descubriría porque yo ya no existía.

El júbilo erótico de la poesía de Benedetti es sólo una de las posibles alegrías que uno puede encontrar al acercarse hasta él. Vázquez Montalbán la comparaba con la alegría que producía quedarse varado frente al mar o frente a un campo cuajado de flores. La poesía del uruguayo, su alegría, era sencilla y accesible a todos, como él mismo. Tal vez haya sido uno de los escritores que más ha contribuido a sacar la poesía a la calle. En ese empeño le acompañaron algunos de sus amigos: Joan Manuel Serrat, Luis Pastor, Daniel Viglietti, Loquillo...

Hoy podrán leer muchas cosas acerca del poeta del compromiso", "poesía de resistencia"... sí, así es, Benedetti sufrió la persecución de las dictaduras del sur, regímenes de horca y cuchillo y nunca renunció a la dimensión cívica de la poesía. Sin embargo, él nunca dejó de afirmar que su primer compromiso era con la literatura. Ahí queda un reguero de excelentes poemarios ('Inventario uno', 'Próximo prójimo', 'Testigo de uno mismo'...), novelas por las que transitan hombres comunes (la extraordinaria 'La tregua', 'Primavera con una esquina rota'...) ramilletes de cuentos (¡qué gran cuentista es Benedetti!) o luminosos ensayos como 'Vivir adrede'.

Adiós, viejo

Esta noche ha muerto Mario Benedetti y antes de que acabe el día desenterraré mi teléfono para llamar a los amigos y brindar por un autor que supo hacer de la escritura una forma de vida. Nosotros también nos vamos quedando sin nuestros escogidos, sin los que nos dieron aliento y paso.



Publicado en soitu.es (18.05.2009)

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