Hirbet Hiza. Tiempo de destrucción

17 de mayo de 2009

En su discurso de recepción del premio Príncipe de Asturias de las Letras el escritor hebreo Amos Oz defendió la literatura como un modo de tender puentes entre los pueblos. Oz entendía la imaginación como una facultad moral del hombre, pues precisamente es en esa incapacidad de imaginar al otro en sus iras, amores, instintos y miedos en donde se encontraría la verdadera raíz del problema árabe-israelí. Obviamente, no creemos que a estas alturas los libros vayan a cambiar el mundo, pero si que son una excelente forma de asomarnos a él, de intentar comprenderlo. En este sentido, Hirbet Hiza. Un pueblo árabe (Minúscula) de S.Yizhar es un libro luminoso.

El escritor israelí de origen ruso Yizhar Smilansky (1916-2006) había participado en la guerra árabe-israelí de 1948 (que los israelíes recuerdan como su "Guerra de Independencia" y a la que los palestinos se refieren directamente como Nakba o "La Catástrofe"). 'Hirbet Hiza' nace de aquella experiencia, del intento por parte de su autor de imaginar al otro, tal como pedía Oz. Este pequeño libro nos adentra, de la mano de una unidad del Ejército israelí, en un imaginario pueblo árabe en una incursión destinada a expulsar a sus habitantes. A medida que la operación se desarrolla los soldados no encontrarán ni rastro de las "células armadas" ni de los "agentes hostiles" de los que hablan la 'Orden de incursión' y los informes militares. Tan sólo un pueblo polvoriento y hastiado que desalojar y destruir hasta que el mismo silencio se desvaneciera por completo. Un pueblo de viejos, tullidos y rencos, huérfanos y madres con sus hijos (niños que, en un futuro no lejano, terminarán por transformar su impotente llanto en venganza ciega), cuyo aspecto y forma de moverse recuerda al narrador a la de un rebaño obediente y asustado. Un rebaño, la misma imagen que aparece en obras como Sin destino de Imre Kertész o en Si esto es un hombre de Primo Levi, autores judíos que relataron su experiencia de la Shoah (Holocausto).

A contracorriente: Yizhar Smilansky

No nos vamos a entrampar en esta ciénaga, hay otros que intentan poner algo de luz en un conflicto que no parece tener fin. Se podrá argumentar que el Estado de Israel ejerce con estas operaciones su legítimo derecho a defenderse de un enemigo que quiere borrarlo del mapa. Sin embargo, con demasiada frecuencia los extremos acaban por tocarse. En un momento de la novela los soldados hebreos ponen en duda el carácter humano de los árabes. Sí, estamos hablando de una novela, pero no hay mucha diferencia con las soflamas xenófobas de Avigdor Lieberman, ministro del Gobierno de Benjamin Netanyahu: "A los presos palestinos hay que tirarlos al mar Muerto"; "debería emplearse el arma atómica en Gaza"... No nos entiendan mal, no se trata de elegir entre unos u otros, sino de ponerse en su lugar, antes de que sólo quede una columna de humo y el ruido de la piqueta lo llene todo.

A medida que avanza la incursión el narrador de 'Hibert Hiza', que identificamos con el propio Izar, va perdiendo pie, sintiéndose fuera de lugar, al constatar el profundo desacuerdo existente entre la realidad y el lenguaje oficial que presenta a los árabes como fanáticos asesinos. Una suerte de voz antigua que le hace ver que algo no está bien en todo aquello: Campos que no serían segados, plantaciones que no serían regadas, caminos desolados. Todo sería destrucción y vana habría sido su existencia. Maraña de cardos y ortigas cubriéndolo todo. El amarillo de la devastación y el gemido de los eriales. Y ya notaba uno que desde los campos lo observaban unos ojos acusadores de mirada silenciosa e inculpatoria, como de animales ofendidos, una mirada que lo perseguía a uno y de la que no había escapatoria.


¿es sólo cosa de peluqueros o el parecido con Yizhar es razonable?

Es difícil no ver en 'Hirbet Hiza' el origen de 'Vals con Bashir', el devastador documental animado de Ari Folman sobre la matanza de refugiados palestinos en los campos de Sabra y Chatila durante la guerra del Líbano de 1982. Posiblemente tiene razón Amos Oz cuando afirma que hay algo de Yizhar en todo escritor israelí que ha venido después de él.

Hace apenas unas semanas el escritor judío Aharon Appelfeld (separado de sus padres en un campo de concentración cuando sólo tenía ocho años) presentó en Barcelona su libro Flors d´ombra (Club Editor). Allí recordó que ser judío "es una tarea exigente, con el deber de comprender a los que sufren. Como nosotros sufrimos, y todavía lo hacemos".

Publicado en soitu.es (18.05.2009)

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