Ingleses grillados

24 de junio de 2009
Un post dedicado a los ingleses grillados aprovechando la
aparición en Lumen de 'Excéntricos ingleses'

Un conocido batería sumergiendo su Lincoln Continental en la piscina de un hotel, un ex jugador alcohólico con problemas de sobrepeso paseando tres cacatúas de plástico mientras devora un hígado crudo, un mercachifle exponiendo animales descuartizados en tanques de formol, una ministra del interior puliéndose las dietas en material pornográfico... no, no son los personajes de una novela. Aunque podrían serlo. Keith Moon, Paul Gascoigne, Damien Hirst y Jacqui Smith son personas de carne y hueso (o lo fueron en algún momento de sus vidas, vaya) que comparten la doble condición de leales súbditos de la Corona Británica y el incurrir en unos comportamientos que podríamos definir, cuando menos, como anómalos. Pero... ¿han estado los británicos siempre tan grillados? No contesten todavía.

La camiseta de Morrissey con la escritora Edith Sitwell

En 1991 Steven Patrick Morrissey (que comparte condición con los personajes anteriormente mencionados) lanza al mercado el que es considerado por todos sus incondicionales como el peor disco de su carrera. Puede ser... el caso es que mientras el cantante arrastraba penosamente por los escenarios los temas del infumable 'Kill Uncle', y a falta de otra cosa que hacer, muchos se fijaron en la fotografía estampada en la camiseta de Mozzer. ¿A quién pertenecía aquel anguloso perfil coronado por un imposible tocado? A esta pregunta les contesto yo: la escritora Edith Sitwell (1887-1964), quien nos ayudará a responder la cuestión que les plateábamos en el párrafo anterior.

A Sitwell le debemos un catálogo de esos comportamientos anómalos que acaba de ser recuperado por Lumen, veinte años después de su primera aparición entre nosotros (con el acierto de mantener la traducción de Jordi Fibla). Se trata del apasionante 'Excéntricos ingleses', en los que la británica se dedica a coleccionar excéntricos como un entomólogo puesto hasta arriba de brandy... y el resultado no puede dejar indiferente a ningún lector. Sitwell (por cierto, una excéntrica de manual) veía en esas anomalías una exageración de lo convencional, una actitud espléndida ante la certeza de la muerte y por ello las compila en este libro que no admite una calificación por debajo de la genialidad. Si la escritora decide centrarse exclusivamente en los ingleses lo hace porque encuentra a los habitantes de la isla especialmente propensos a la excentricidad, en donde ésta podía adoptar muy diferentes formas de expresión, llegando a alcanzar un grado de perfección difícilmente igualable.

Quienes se adentren en este catálogo podrán conocer la extraña moda que hizo furor entre nobles y hacendados durante el siglo XVIII, en el que lo más 'in' era instalar un decorativo ermitaño de luenga barba gris en sus fincas y posesiones para enseñar a las visitas (— "Oh, Sir Richard! Este santo hombre es realmente increíble, una cucada. ¡Mire sus uñas!"; — "Sí querida Emily… además me ha costado dos peniques"; — "Querido... eres terrible, jajaja").

Keith Moon: fucking genius!

Entre estos ancianos venerables podríamos destacar el nombre de Lord Rokeby, conocido por sus costumbres anfibias y excesos pilosos, pero sería tan sólo uno de los muchos que desfilan por sus páginas. Pero no sólo hay santos hombres en este libro: los deportistas también ocupan un lugar destacado en este muestrario. Así, cualquiera de ustedes que hubiera tenido la ocasión de pasear por el campo de Doncaster una otoñal mañana de 1840 podría haberse tropezado con Jemmy Hirst, curtidor de Rawcliffe, saliendo de caza. Nada haría que la escritora lo incluyera en esta galería si no practicara su afición a lomos de un toro y empleando una piara de cerdos en lugar de los acostumbrados perros perdigueros. Y si esto les parece digno de una postal, imaginen la cara que tuvieron que poner los comensales de Squire Mytton cuando éste apareció en mitad del salón sobre un oso pardo que no tardaría en revolverse y devorarle un glúteo. Murió a los 38 años víctima de un delirum tremens (es lo que tiene beberse ocho botellas de oporto del tirón). Dios lo tenga en su santa Gloria...

También tienen reservado su lugar los petimetres y lechuguinos adictos a la moda (como el conde de Scarbrough, quien mantenía él sólo a seis peluqueros), amén de otros bizarros caballeros, curanderos charlatanes, intrépidos viajeros y demás carne de frenopático... podríamos seguir con la presentación, pero creo que es mejor que los conozcan por ustedes mismos. Y se lo advertimos: conocerlos es quererlos.

Así se imagina servidor a Sir Richard Hardwick

Publicado en soitu.es (23-6-09)


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