El modo de vida norteamericano según Tom Rath

4 de agosto de 2009
A Gregory Peck le sienta estupendo el traje de Tom Rath

Sloan Wilson logró acuñar con el título de su novela ‘El hombre del traje gris’ una expresión que resume en pocas palabras cierto modo de vida norteamericano de los años 50. El término tuvo éxito y la jerga común enseguida lo hizo suyo. ‘El hombre del traje gris’, rescatada ahora por Libros del Asteroide, en poco tiempo terminó convertida en un clásico, con su correspondiente adaptación al cine, y con Gregory Peck encarnando al protagonista en un papel que parece hecho a su medida.

Todo hombre con traje gris (atendamos ahora al estereotipo sin más) es un empleado de alguna empresa más o menos importante ubicada en uno de los altos edificios de oficinas de la ciudad, donde desarrolla un trabajo con poco interés para él y que le permite, quizá como único fin (fuimos castigados a obtener el pan con el sudor de nuestra frente), desarrollar un nivel de vida medio: una vida sin lujos, pero con algún capricho esporádico. Vive en una zona residencial de las afueras con su mujer e hijos pequeños (suelen ser matrimonios jóvenes), donde las viviendas unifamiliares son tan parecidas entre sí como el corte de los trajes y los horarios de los maridos, que cada mañana cogen el tren para ir a la ciudad, donde les espera el trabajo en el punto donde lo dejaron el día anterior.

...y dentro del mismo traje cabe cualquiera

Tom Rath podría ser un hombre de traje gris cualquiera, irreconocible en medio de la multitud. Uno de tantos con sus pequeñas peculiaridades. Ésta es su forma de entender la vida, su particular manera de enfrentarse a ella o de tratar de conllevarla lo mejor posible:

El hogar
Así comienza la novela: "Llevaban siete años viviendo en su casita de Greentree Avenue, en Westport, Connecticut, y ya la detestaban". La casa de los Rath es ejemplo y resultado de su modo de vida: es de momento todo lo que se pueden permitir con el sueldo de Tom en la Fundación Schanenhauser, y existe la esperanza constante de poder mudarse. Pocas parejas del vecindario consideraban ésa su residencia definitiva, sino más bien como un punto intermedio y de espera hasta que pudieran trasladarse a un lugar mejor. Una posibilidad que parece más real desde que Tom parece a punto de conseguir un nuevo trabajo en la United Broadcasting Corporation.

La vida familiar
"No sé lo que nos pasa —dijo Betsy, una noche—. Tú tienes un trabajo bastante bueno, tenemos tres hijos preciosos, y muchísima gente se consideraría satisfecha con una casa como ésta. No hay motivo para que siempre estemos descontentos". La propia casa parece poseer en alma propia capaz de someter la voluntad de sus habitantes, de conservar tan sólo el recuerdo de los malos momentos de convivencia y dejar resbalar por sus paredes aquellos instantes de felicidad y placer que también tuvieron. El matrimonio es consciente de que su vida no es tan mala, que ésa no puede ser la excusa, pero se aburren. Toda noticia es mala: la lavadora se estropea, el coche amenaza con dejarles tirados en el momento más inoportuno, etc., por eso esperan tomando un buen trago que suceda algo que les agite por dentro y cambie sus vidas.

Metro de Sol, salida calle Carretas a las 8.15 de un lunes

El pasado
"Sólo los masoquistas pueden vivir sin retocar los recuerdos". A ratos parece que Tom no consigue olvidar los años de la guerra, sus hazañas como paracaidista, los 17 hombres a los que mató en tales circunstancias, el amor de María, una chica italiana con la que pudo disfrutar de la desgracia de que cada día pudiera ser el último. En los momentos en que su cabeza se enreda en estos pensamientos, Tom está convencido de que "nada queda verdaderamente olvidado, que el pasado nunca se iba de verdad". El secreto será tratar de hacerlo compatible con el presente.

Las ambiciones y el dinero
"Llamando a las cosas por su nombre, un hombre con tres hijos no tiene derecho a decir que el dinero no importa". Si Tom aspira a otro trabajo es por la mejora económica que supondría: las presiones y los problemas del hombre del traje gris cree poder solucionarlas con dinero, siempre que sus obligaciones no le quiten demasiado tiempo o le generen nuevos problemas. Nuestro protagonista parece seguro de desconocer la sensación que producirá haber triunfado en algo, y a la vez duda de que el sabor instalado en su garganta sea definitivamente el del fracaso. Con el objetivo de sus aspiraciones del todo claro, nunca se enfrenta decididamente a los hechos sino con una filosofía que él mismo resume así: "En realidad, no importa. No pierdo nada. Será interesante ver lo que sucede".

El vecindario
"Yo no soy más que un hombre con un traje de franela gris. Y debo llevarlo muy bien planchado, lo mismo que los demás". Publicado en 1955, la novela era casi un ensayo sociológico de aquel momento y de ese particular modo de vida. Tom y sus vecinos parecen disfrutar de una existencia feliz: una vida de medio confort y felicidad estándar sería envidiada por muchos. Sus jóvenes y hermosas mujeres les esperan a la vuelta del trabajo con una copa preparada, ¿qué más se puede pedir? Tienen todo con la condición de cargar con su trabajo tantas veces anodino, un mal no tan menor, pero necesario y absolutamente moderno: trabajo no porque me guste lo que hago, sino para mantener mi nivel de vida, llegar a final de mes y si es posible salir algún día a cenar fuera.

... y la consiguiente película

¿Pueden encontrarle verdadero sentido a sus trabajos y a sus vidas en la ajetreada vida moderna?, ¿existen otras opciones distintas a la que ellos han tomado? Tom Rath, a pesar de compartir similares problemas existenciales con vecinos suyos como Frank Wheeler o Dan Dreper, nunca compartiría con ellos sus angustias con la misma facilidad que les ofrece su propio mueble-bar. Estos últimos vecinos que citamos no aparecen en esta novela a pesar de ser también hombres de traje gris, sino protagonistas de otras creaciones que abordan el asunto (y la época) desde su propio punto de vista. Frank es el protagonista de la novela de Richard Yates, ‘Revolutionary Road’, cuyo final es mucho más amargo que el que recomendamos hoy. Dan Dreper es la última incorporación de este barrio residencial inventado, trabaja en la agencia neoyorquina de publicidad Sterling Cooper, y es el personaje protagonista en 'Mad Men', la exitosa serie norteamericana que en la actualidad retoma las sombras de aquellos hombres trajeados en franela cuyas vidas transcurrían por inercia entre la oficina y el hogar familiar en los prósperos suburbios de los años 50.

La novela de Sloan Wilson ha resistido el embate del tiempo (nada piadoso con la mayoría de los libros), seguramente porque no es sólo el retrato de una época delimitada y ya pasada, sino también de cierto momento vital, en el que a pesar de no haber triunfado aún, y sin sentirnos fracasados, creemos poder asegurar que el tiempo nos deja cada vez menos facilidad para maniobrar con el destino de nuestras vidas. Por eso es inevitable que nuestra cabeza se enrede en pensamientos propios durante la lectura de la novela. Le sucedía constantemente a Tom Rath con los recuerdos del pasado y las posibilidades del futuro, y me ha pasado a mí mientras trataba de poner por escrito el modo de vida de 'el hombre del traje gris' contado por sí mismo.

Publicado en soitu.es (3-8-09)


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