Suma de recuerdos: 'Mi abuelo' y 'El agrio? de Valérie Mréjen

18 de agosto de 2009
Valérie Mréjen: recuerdos como pompas de jabón

Conocí a Valérie Mréjen en la mesilla de noche de una mujer desconocida. El libro amarillo editado por Periférica, ‘Mi abuelo’, me llamó la atención al despertar al día siguiente. Lo encontré rodeado por una variedad pasmosa de cajitas sin uso posible. O eso pensaba. No me atreví a cotillear su contenido, pero no pude evitar llevarme el libro conmigo.

Recuerdo que mientras escuchaba correr el agua de la ducha empecé a ordenar los sucesos de la noche pasada. Me despedí con un beso mientras ella aún seguía en el cuarto de baño. Prometí llamarla en unos días siempre que no la importara. "Encantada", contestó.

Recuerdo el dibujo de flores de la toalla con la que trataba de envolver su cuerpo. Despertar al día siguiente por primera vez y verse desnudos suele ser algo vergonzoso. "Me voy. Había quedado con un amigo y ya llego tarde", mentí.

Catálogo de venenos familiares

Ese mismo día escribí un sms. "Me llevé ‘Tu abuelo’ sin decir nada por si no me lo prestabas. Lo he leído de un tirón. Es maravilloso, íntimo y desolador. Te lo devolveré pasado mañana." Sí, aunque no se lo crean, yo escribo mensajes así, con todas las letras y con adjetivos como "luminoso" o "increíble" si hablo de un libro que me haya gustado.

Nunca firmo en los sms que escribo, nadie lo hace. Pero en ese caso escribí mi nombre al final por si ella lo había olvidado. Recuerdo que pensé en hacerlo cuando me despedí llamándola por su nombre y ella sólo sonrió.

Si digo que 'Mi abuelo' me recordó muchísimo a Perec habré dicho muy poco, ya que el evidente parecido con su 'Me acuerdo' lo ha señalado ya todo el mundo. Mréjen plantea una propuesta parecida por cartografiar meticulosamente su recuerdo del pasado, del ámbito de la familia en que creció, de la misma forma en que Perec describe los distintos pisos y habitaciones de un edificio.

Pone toda su atención en los recuerdos del escenario de su infancia y en los actores que lo compartieron con ella. Cada recuerdo, por frágil que parezca, es importante porque está de regreso: cierta sensación incómoda, la posición de unas manos, los objetos materiales que la rodearon y que parecen volverse de nuevo tangibles, los nombres y los motes familiares, algunas anécdotas, conversaciones, confusiones...

En toda familia el vitriolo se sirve con cuentagotas, y en cada comida hay más de un plato con veneno. Todos beben de él, pero varían las proporciones. Una pequeña dosis de estupidez no mata (al instante).

‘Mi abuelo’ engaña si no se le presta atención. Su táctica de rehabilitar el pasado de su familia se fragmenta en recuerdos, algunos muy breves (otros banales), escritos con absoluta sencillez. Pero toda anécdota contada lleva su pequeña dosis de veneno. Y lo que parece funcionar por acumulación desordenada de recuerdos se demuestra un calculado desorden.

Como acordamos, en un par de días volvimos a vernos. Ella — cuyo nombre ya he olvidado— y yo. Le devolví el libro. Terminamos de nuevo en la cama pero yo decidí dormir en mi casa. No recuerdo la excusa que inventé para lograrlo.

Hubo una tercera cita después de la cual ninguno supo nada más del otro. Hoy la vuelvo a recordar porque la editorial Periférica publica ‘El agrio’, la segunda novela de Mréjen. Su lectura confirma que el éxito y la calidad de 'Mi abuelo' no fueron azarosos.

Enamorarse a su pesar del "agrio"

Bruno es "el agrio", así se llama a sí mismo y se dibuja caracterizado como un limón, y ella, la narradora, perdidamente enamorada, quizá lleve por nombre Valérie. Se conocieron por casualidad y tuvieron su particular relación.

En primer lugar, ella recuerda el día en que Bruno le dijo que ya no la quería. Luego, el día anterior, cuando podía notar en su cara y sus gestos que definitivamente no estaba enamorado de ella. Después, cómo se conocieron. Las citas. Las excusas de Bruno para justificar sus plantones. Los retrasos y los inesperados cambios de planes. Los largos periodos sin saber de él. Su ex-novia. Conversaciones telefónicas. Intercambios de libros. Gustos raros y lo que de verdad a ella le hubiera gustado en tantas ocasiones.

Emplea similares estrategias de rescate que en 'Mi abuelo'. Dudo si es el pasado que insiste constantemente en volver o nosotros los que nos empeñamos en recordarlo y hacemos todo lo posible por mantenerlo despierto y caliente. Enternecedor pasar dos horas de lectura en la cabeza de esta narradora. Una novela brillante que confirma aquello que nos deslumbró en la anterior.

Publicado en soitu.es (16-8-09)


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1 comentario

  • Siempre escribí millones de listas con libros que quería leer pero no podía hacerlo en ese momento.
    Hoy empezaré una con El agrio.