Algunos recuerdos de Praga

4 de octubre de 2009
"Era un placer quemar."

En una pequeña tienda de Praga encontré este pequeño souvenir que parecía incitar a prender fuego al legado póstumo de Franz Kafka; todos los escritos que quedaron en manos de Max Brod a la muerte de su amigo.

Brod encontró en el piso paterno una carta de Kafka en la que le pedía que quemara todos sus escritos sin someterlos siquiera a una somera lectura por si resultaban de interés. Con una sola de estas cerillas podría haberse deshecho de los diarios, cartas, dibujos y cualquier otro escrito suyo. En una carta anterior puede leerse:
"De todos mis escritos, los únicos libros que pueden quedar son los siguientes: 'El proceso', 'La metamorfosis', 'En la colonia penitenciaria', 'El médico rural' y el relato corto 'Un artista del hambre'. (Pueden conservarse los escasos ejemplares existentes de 'Contemplación'. No quiero cargar a nadie con el engorro de reducirlos a pasta de papel; pero no debe volver a publicarse nada de ese volumen.)"

La búsqueda por las calles de Praga de algunas de las residencias de Franz Kafka con la caja de cerillas recién adquirida guardada en el bolsillo, me hicieron recordar el flambeante título de Brock Clarke, 'El club de los pirómanos para incendiar casas de escritores' (editado poco antes del verano por Duomo), que este sábado animaba a leer Rodrigo Fresán en su reseña para el ABCD las artes y las letras, encabezada con la frase del ex-bombero (y futuro-hombre-libro) Montag al inicio de 'Fahrenheit 451': "Era un placer quemar".

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