Sara - Mago

10 de noviembre de 2009
Caín marcado por la infame señal en la frente (sir Blake)

A todos nos ha pasado alguna vez: alguien se planta a tu lado, da igual que sea en la barra de una taberna por donde nunca pasa nadie, en el autobús poco después de subirte (con media hora de trayecto por delante), o esperando sentado que llegue tu turno en la consulta del foniatra, y ese tal "alguien" a quien no conocemos de nada, y cuyas palabras nos hacen descubrir enseguida que nunca querremos llegar a conocer (¡ni su nombre ni el número de pie que calza!), nos empieza a contar un rollo que ni nos va ni nos viene, un asunto sobre el que vuelve varias veces y que a base de asentir con la cabeza creemos poder anestesiar la memoria (y la ira), hablando de tal forma que no podemos cortarle en seco esa parrafada sin interés alguno que parece no tener fin. Y no terminará nunca (todos lo sabemos) hasta que pagues tus cervezas y salgas por patas santiguándote, llegues milagrosamente a tu parada (y al descender besar el suelo), o digan "el número 16" y tú lleves "el número 16" (y pases a ver a otro para contarle entonces tus propios problemas).
Como a todos nos habrá pasado no digo más.

Pero hoy he tenido la suerte de, en situación similar, poder cortar enseguida la parrafada sin gracia. Y esta, aunque no lo creáis, es otra ventaja de la literatura sobre la vida real. Acabo de dejar de leer el nuevo libro de "esa gran autora" que es Sara-Mago (creo que le dieron hasta el Nobel y forma parte de la liga de la justicia) en la página treinta-y-muchas o cuarenta-y-pocas, porque uno no está aquí para perder el tiempo. No.