Comparando pesadillas...

7 de diciembre de 2009
Ponte cómodo, Tom
Después del rotundo éxito que el disco en directo de Tom Waits ha tenido en mi habitación (fuera de ella se han dejado escuchar opiniones discordantes, por el volumen tan alto o por la "voz cavernosa e infernal" -cito textual- de ese que "canta") me hago con un ejemplar de las conversaciones, entrevistas y opiniones que editó/recopiló Mac Montandon, un periodista con quien comparto la pasión por el 'Small Change', y que Global Rhythm publicó en el 2007. Así el libro lo voy leyendo absolutamente concentrado en los trayectos en metro, pasándome sin darme cuenta la estación para ir al trabajo, o en cualquier momento en que creo tener unos pocos minutos para leer alguna de las entrevistas o retratos del músico.


Y en la página que sea (no recuerdo), pero allá por el año 1976, me encuentro con esta "pesadilla" de Tom Waits, a partir de la cual se puede suponer que existen ciertos miedos universales, pero que Tom no conoce a la tuna (el último colectivo perseguido por la sgae):


"De hecho, sólo hay unas pocas cosas que me asustan. Me da miedo ir
andando un día por Los Ángeles y caerme a una alcantarilla y encontrarme allí
abajo con quinientos músicos de bossanova en paro que van a tocarme 'La Chica de Ipanema' hasta matarme. Todavía no me ha ocurrido. Intenté hacerme un seguro contra Ipanema, pero ninguna compañía lo cubre. De hecho, lo único que me asusta aquí en Londres es... Me entra miedo cuando la luna está alta y la habitación de mi habitación a oscuras, y pienso que van a empezar a brotarme cámaras alrededor del cuello, mi gabardina se va a transformar en una camisa floreada y mis pantalones holgados se convertirán en bermudas. Me crecerán calcetines blancos y alerones que me harán parecer un viejo Pontiac. Y entonces, a mi lado, brotará una esposa que empezará a crecer y crecer hasta convertirse en una obesa con sudores bovinos sobre el labio superior (y un ojo vidrioso, ¿eh, Tom?) y tendrá un brillo de espejo en su frente y le dolerán los pies e intentará encontrar un catálogo de viajes y un cigarrillo y querrá sentarse y... eso todavía no ha ocurrido. He tenido bastante suerte."

Después de leer esta entrevista y subrayar el párrafo anterior, salgo del subsuelo con el libro en cuestión bajo el brazo y observo horrorizado que la imposible horda de loteras han tomado a tiempo su sector de la madrileña Plaza Mayor. Enseguida supongo por su aspecto que ellas también deben pasar el resto del año bajo la tierra, pero a una profundidad mayor a la que circula el metro, donde los seres humanos (normales, es un decir) nunca pisaremos. Y mientras espero, escuchando sus que llevo el gordo, oiga a grito pelao, sus rencillas internas y alguna que otra queja por el frío, imagino con horror mi propia pesadilla: donde nos venden la gran novela que está por llegar como una inspirada mezcla de tradición castiza y experimentación vanguardista; de primeras me niego en redondo a leerla y sigo con mi vida tranquila, pero en poco más de dos meses dicha novela aparece elegida por los críticos de Babelia como la mejor del año, así que inocente y desprevenido me hago con un ejemplar que empiezo a leer enseguida. En la primera página se apelotonan una multitud de voces superpuestas y no me entero de nada, las distintas oraciones no parecen proceder ni coordinar un mismo tiempo, una detrás de otra no tienen sentido. Pero enseguida, después de más de diez páginas incomprensibles, la inevitable concesión a la tradición y al lector extrañado me hace entender que quienes hablan en la novela son las loteras (cuya descripción es desgraciadamente -para el buen gusto- un soberbio ejemplo de realismo crudo). Será más de treinta páginas después cuando descubra que sus gritos comparten el mismo espacio pero no un único tiempo, que lo que leo y se ha instalado para siempre entre las cuatro paredes sobre las que me enrosco el sombrero son todos los ecos de las loteras sonando desde siempre y seguirán cuando nosotros ya no estemos.

"El horror, el horror..." (cita de 'El corazón de las navidades') (la foto es de aquí)

P.D. (lo último:) En la brevísima biografía sobre Mac Montandon, editor del libro, aparece el que seguramente sea uno de sus mayores éxitos: "[...] su hija, quien, pese a sus pocos años, ya parece haber sucumbido a los encantos de la obra de Waits, en especial de Rain Dogs y Frank's Wild Years."


, ,