Fantin-Latour, fuego frío

10 de diciembre de 2009
grrrr...


Durante cuatro meses (sí, fueron cuatro, no crean que exagero) aguardé impaciente aquel libro. Puedo prometerles que si no me acercaba un par de veces cada semana a la librería para preguntar por él no lo hice en ninguna ocasión. Y siempre terminaba por fatigar el camino de regreso con las manos en los bolsillos y los ojos puestos en la punta de los zapatos. Como quiere que los plazos editoriales son caprichosos, impredecibles, pero no infinitos, por fin pude comprarlo y dejar que volvieran a pasar los meses mientras nuevos libros y lecturas se amontonaban sobre él. Hace un par de días, mientras reordenaba la librería como una forma más de combatir el tedio, comprobé que ya habían pasado más de dos años según indicaba el ticket de compra que introduje entre sus páginas. Dos años largos en los que el libro sigue esperando a que me decida a leerlo.

En ocasiones posponemos un encuentro que sabemos inevitable tras torpes excusas o infundados temores. Nuevas querencias a las que nos abandonamos con la fe de los conversos o el miedo a la decepción son motivos sufcientes para olvidarnos de lo que hasta hace bien poco considerábamos imprescindible en nuestra vida. Algo similar ocurría con la exposición que el museo de nuestra amiga la baronesa ha consgrado al francés Fantin-Latour (1836-1904). Sabía que allí me encontraría con "Un coin de table", también conocido como "Les Vilains Bonshommes", que vendrían a ser como los Tipos Infames pero con acento raro. El dato de que es la primera vez que se expone en España es sólo para completistas, porque lo que realmente nos importa es que puede pensarse como una suerte de manifiesto fundacional para estos, sus ocasionales plumillas.


de nuevo con todos ustedes

Había concluido ya noviembre y no terminaba por decidirme a acercarme hasta el museo. En esta ocasión queda la duda si tras esta reserva se encontraba mi animadversión hacia los erotómanos turistas dispuestos a tomar al asalto la innecesaria exposición "Las lágrimas de Eros" o el miedo al encuentro directo con la obra tantas veces observada, casi propia de tantas veces comentada a quien quisiera oírme. El caso, y centrándonos ya en lo que pretendía decirles desde un principio (que esta circunvalación ya me está quedando un poco larga...) es que, aprovechando que mi desordenada naturaleza me ofrecía una mañana libre, pude acercarme hasta el paseo del prado. Y si bien es cierto que tuve que sortear a los lascivos y sicalípticos que aguardaban en la cola, finalmente pude ver la muestra dedicada a Fantin-Latour.

¿Y qué es lo que vi? Nada distinto de lo que vieron ustedes: El retrato de un tiempo agotado. Lectoras de ojos cansados y grises en una atmósfera suspendida, como de invernadero: capuchinas dobles, rosas de Dijon, pies de alondra... flores y rostros recogidos en su silencio. Bodegones de sombra y perfume que devuelven su sentido a la arrugada piel de lo cotidiano. Cuadros bañados por una luz que, como la de Morandi o Vermeer, no desprende calor, como la que proviene de un fuego frío. Viendo esas flores a punto de desprenderse desde sus altos jarrones podríamos compartir la intuición de Rimabud desde el fondo de la sala, la de que florecer es el paso previo a la corrupción y que aquella raza remota no tuvo más remedio que habitar su siglo sin llegar a convertirse en una de sus criaturas.

La inevitable referencia mancuniana

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2 comentarios

  • Anónimo says:

    el único pero, mi única pregunta, es la del título del libro que esperaba con tanta ansia para después quedar casi olvidado en vuestra estantería?

  • Su pregunta es fácil de responder, curioso anónimo: la edición español de "Lucky Jim", de Kingsley Amis, el papaito del enfant terrible. Aquí fue editada por Destino con el título de "La suerte de Jim". Si te gusta Waugh (como a los Infames) éste es tu libro. Servidor ha empezado a leerlo nada más terminar este post y una sonrisa vuelve a abrirse paso en sus labios como la primera vez...