coriolanus

15 de mayo de 2010

En febrero de 1934 los disturbios políticos que recorrían el continente europeo como fruto del ascenso de los totalitarismos de distinto signo alcanzaron la platea de la Comédie Française. El día 4 de aquel mes, el gobierno Dadalier clausuró el teatro tras la polémica representación de la obra de Shakespeare The Tragedy of Coriolanus. El texto shakesperiano había sido enarbolado por la derecha francesa como un alegato contra las titubeantes instituciones democráticas. Sin embargo tampoco han faltado desde entonces lecturas marxistas de la misma obra, lo que viene a confirmar lo que ya apuntó Coleridge: la imparcialidad filosófica de las obras más políticas del inglés.

¿Era Coriolano un soberbio individualista incapaz de vivir en sociedad o un héroe que, reacio a ser manipulado por unos y otros, provoca su desgracia?. Me ha sido difícil no pensar en ello a raíz de la suspensión del juez Baltasar Garzón. Una decisión que, a pesar de ajustarse a ley, no ha podido soslayar la importante carga de pasión subjetiva que comporta ni el estupor que provoca en todos aquellos que creemos en la necesidad de dar una respuesta a los familiares de las víctimas de la guerra y la dictadura.


Hacia el final de la obra de Shakespeare, Aufidio se pregunta por el amargo final del protagonista:

Quizá por soberbia,
que, en el éxito continuo, no perdona
ni al más afortunado; quizá por falta de juicio,
al no aprovechar esas ocasiones
de las que era dueño; o quizá por naturaleza,
empeñado en ser él mismo, no pasando
del casco al sillón, imponiéndose a la paz
con la misma rigidez que en la guerra. Bastó una
(pues tiene dosis de las tres, aunque,
en esto yo le exculpo, ninguna por entero)
para que fuese temido, odiado y desterrado;
y eso que su mérito ahoga toda crítica.
De igual modo, nuestras virtudes dependen
de la opinión del momento...


¿Un magistrado que se sobrepasó en sus actuaciones?, ¿una tiempo ominoso que no termina de pasar?... En la edición de Ángel-Luis Pujante el traductor señala la amoralidad del mundo que rodeó a Coriolano, una obscenidad que nos inclina como espectadores del lado de la víctima. Esa obscenidad manifiesta es la que nos lleva a preguntarnos acerca de las diferencias existentes entre la justicia y lo que es realmente justo. Y mientras nos enredamos en los esquematismos de la propaganda no advertimos que los tribunos Bruto y Sicinio han vuelto a triunfar. Otra vez.

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2 comentarios

  • Anónimo says:

    Para mi todo lo que está ocurriendo tiene más que ver con Kafka. Que lástima!

  • Entre la justicia y "lo justo" hay abismos insondables de distancia...

    Excelente artículo.