Chesil Beach o el retrato de la decepción

6 de octubre de 2009

McEwan: en estado de gracia


He de aceptar que el reconocimiento unánime constituye una de las más disuasorias razones para no leer un libro. Sin duda algo habrá tenido que ver esta injustificada fobia en el hecho de no acercarse antes a Chesil Beach (Anagrama). Como tengo a bien atender las recomendaciones que me hacen (en algunos casos una cierta politesse obliga, en otros -como éste- basta con que provenga de una mujer) acabé por ceder y leer la obra de Ian McEwan cuyo título M. deslizaba tan a menudo en las conversaciones.

Quien sabe, tal vez aquello consiguiera rebajara mi ansiedad en estos momentos de tensa espera. Pero a medida que los iniciales subrayados iban dando paso a la lectura absorbente me encontré (porque esperar para decirlo...) ante un libro profundo repleto de imágenes brillantes y momentos suspendidos que parecían guardar en si todas las posibilidades de lo infinito.


El tránsito de un estadio vital a otro y la sensación de pérdida que nos embarga siempre guardan algo de incomprensible. En este sentido, y como todo lo que no alcanzamos a controlar, el paso a la edad adulta tiene algo de terrible. Y ese fracaso, a través de una fatídica noche, es al que nos enfrenta McEwan a través de una novela en la que nada sobra y nada parece faltar. Habrá quien encuentre otras lecturas; yo sólo hablo en virtud de la experiencia propia (en este sentido me referiré exclusivamente a mi) pero ocurre que hay libros que, en ciertas ocasiones, te alcanzan y logran comunicarte una verdad inaccesible por otros medios. En esas contadas ocasiones la literatura no sólo se disfruta, sino que está unida a la comprensión de la condición humana. Y lograrlo, con el aire de ligereza que lo hace McEwan, está al alcance de muy pocos.



En Chesil Beach podría haber llamado a Florence, podría haberla seguido. No supo, o no había querido saberlo, que al huir de él, convencida en su congoja de que estaba a punto de perderle, nunca la había amado más, o con menos esperanza, y que el sonido de su voz habría sido una liberación para ella, y habría vuelto. Pero él guardó un frío y ofendido silencio en el atardecer de verano y observó la premura con que ella recorría la orilla y cómo las olas que rompían acallaban el sonido del avance trabajoso de Florence hasta que sólo fue un punto borroso y decreciente contra la inmensa vía recta de guijarros relucientes a la luz pálida.



4 comentarios

Los votantes misteriososy la curiosidad de algunos

29 de diciembre de 2008
¿Quién enseña a posar a los escritores?

En Babelia se pone por las nubes la última novela de Ian McEwan, Chesil Beach (Anagrama, 2008) Y bien? Bien, no nos parece mal. Ha sido elegida por las votaciones de 57 críticos, colaboradores y periodistas del suplemento como "el mejor libro del año", o "el más grande" -a pesar de sus 184 páginas- de "los diez grandes títulos de 2008". Nuestros gustos como Tipos Infames fueron por otro lado, pero no está mal.

Vicente Molina Foix escribe un elogioso artículo sobre la novela en cuestión. Y de entre sus palabras subrayo un comentario sobre Sábado, otra novela de McEwan que no he leído, y que logra -aunque por su negatividad- llamar mi atención. Dice: "Pero lo que en "Sábado" (uno de sus pocos libros decepcionantes) era laboriosa fábula de la metástasis del 11 de septiembre (...)"

Pero ahí no acaba la cosa, porque las ganas de leer Sábado aumentan cuando en "Las iluminaciones", la columna-página de Félix Romeo en el ABCD de Letras del mismo día, mientras comenta "For you", la ópera con libreto de Ian McEwan, hace un paréntesis para aclarar que "algunos de los libros de McEwan, sobre todo Sábado (Anagrama), me gustan mucho." A veces una crítica negativa nos alienta aún más a leer cierta novela. No suele pasar, no sé por qué y no le encuentro explicación, pero no creo ser el único. Hace tiempo me pasó con la película In the mood for love tras los comentarios aburridos de algunos amigos, y ahora con esta novela del inglés.


Pero el caso del que quiero hablar y por el que he empezado a escribir es otro. Aunque referente también a McEwan. Miguel Ángel Muñoz en su blog, El síndrome Chéjov, aficionado a las listas, dedica también un post a la mencionada y confeccionada por El País sobre sus libros destacados del año. Se alegra por el escritor que ya tantas veces he citado hoy y que obviaré ahora, que no se hayan hecho distinciones por género y que los cuentos de Cristina Fernández Cubas (Tusquets) hayan ocupado un lugar tan destacado en la lista. Hasta aquí bien. Y normal, diría yo. Pero lo interesante es cuando por una mezcla de curiosidad y aburrimiento navideño que todos hemos conocido se descarga en pdf la lista de las votaciones de críticos y colaboradores para contar y sumar él mismo los votos.

El resultado deja a la imaginación un montón de posibilidades de las que poder sospechar, así que lo mejor será que cada cual se invente la suya después de leer y comprobar lo que dice Miguel Ángel Muñoz: "La conclusión es curiosa pero poco sorprendente en estos tiempos que corren. Se dice que han votado 57 críticos pero la lista sólo incluye a 49. No sé dónde se han quedado los 8 restantes, porque no parece haber ningún salto en los apellidos que indique un error en la confección del pdf. Pero es que, además, en el cómputo total "Chesil beach", el libro más destacado, suma 46 puntos y 5 menciones. El libro "Todos los cuentos" de Fernández Cubas 53 puntos y 8 menciones."

En esta ocasión no pienso decir nada. Elemental querido...


0 comentarios