Un buen libro puede caber en el bolsillo

23 de marzo de 2009
Un infame se guarda el libro en el bolsillo de su chaqueta

Empezaré hablando de otras cosas, pero traigo entre manos otro estupendo libro para recomendar. En este caso, un Libro de Pequeño Formato con capacidad de no agotarse nunca.

Nuestra agenda del martes nos obligaba a pasar la tarde fuera de casa. No pusimos resistencia y acudimos gustosos a nuestras dos citas, para lo cual me impuse la condición de encontrar un libro que pudiera meter y llevarme en el bolsillo de la chaqueta. Así, haciendo pasar el libro completamente desapercibido, podría al menos leer en los trayectos de metro, sin que mis amigos Infames al verme pudieran decir que sólo paseo y luzco mis libros.

Primero estuvimos en el encuentro y conferencia que inauguraba la exposición "Tránsito", en la que Enki Bilal ha colaborado con seis escritores (Rodrigo Fresán, Andrés Ibáñez, Andrés Barba, Alicia Giménez Bartlett, Espido Freire y José Carlos Somoza) a partir de los personajes dibujados por él. Pero no pudimos quedarnos a la proyección y descubrir así una de las facetas menos conocidas de alguien que no es sólo un dibujante de comics, porque acudimos a la librería Rafael Alberti para celebrar junto a las siete editoriales que forman Contexto el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial 2008. Nosotros, que siempre llegamos tarde, nos enteramos, mientras descorchábamos las primeras botellas de vino, de que también brindaríamos por la concesión a CEGAL del Premio Nacional al Fomento de la Lectura.

Y sigo hablando de estos eventos sin haber aclarado aún el libro que llevaba todo ese tiempo guardado en mi chaqueta. Pensé en "El paseo" de Robert Walter; en "Viaje alrededor de mi habitación" de Xavier de Maistre; en "La leyenda del santo bebedor" de Joseph Roth; en una pequeña joya que siempre releo: "Rimbaud el hijo" de Pierre Michon; en "Ventajas de viajar en tren" de Orejudo; en "La escala de los mapas" de Belén Gopegui o en alguno de los dos libros que tengo pendientes de Damián Tabarovsky, "Autobiografía médica" y "La expectativa". Pero nada de eso, al final me guardé un libro que acababa de leer pero al que deseaba volver: la última novela del ecuatoriano Leonardo Valencia, "Kazbek" (Funambulista, 2008), que entre otras virtudes contiene un listado de Libros de Pequeño Formato; libros imposibles de olvidar y de resumir, libros con los que el lector no pensaba encontrarse y que tras varias lecturas sigue sintiendo que nunca se agotarán en significados y posibilidades.

(más dibujos de "bichos" en su interior)

Kazbek, el protagonista de la novela, es un escritor obsesionado con escribir una Gran Novela. Todo su pensamiento está enfocado a la creación de uno de esos grandes "tochos" que tanto brillaron e hicieron fama hace décadas con el llamado boom latinoamericano: "La región más transparente" de Fuentes o los "Cien años de soledad" como intentos paradigmáticos por cartografiar todo un territorio, dos ejemplos de los ensayos por lograr "el Gran Golpe Definitivo". Algo parecido a lo que el propio Leonardo Valencia consiguió con su anterior novela, "El libro flotante de Caytran Dölphin" (Funambulista, 2006).

Pero aunque todo su pensamiento se oriente en esa dirección durante todas las horas del día, Kazbek no parece poder encontrar salida a su bloqueo creativo, una obsesión por escribir que le tiene completamente paralizado sin juntar una frase completa a su gusto. Hasta que vuelve a encontrarse con unos curiosos dibujos que un amigo le entregó para completar entre ambos un "Libro de Pequeño Formato", término fundamental en esta novela (que incluye entre sus fragmentos una especie de poética en nueve puntos para definirlo). Kazbek sería el encargado de completar el libro escribiendo con absoluta libertad unos fragmentos que acompañarán los dibujos del señor Peer: una especie de "bichos" inspirados en el miedo de los habitantes de Quito a las erupciones del volcán Pichincha.

La novela cuenta la aventura por darle voz a estos "insectos" (los dibujos de Peer y los textos líricos escritos por Kazbek conforman además la parte central del libro que leemos) y el cambio del planteamiento creativo del protagonista, que cederá a la necesidad de permanecer disponible y atento a su alrededor como condición indispensable para la creación.

Esta novela tan pequeña en la que caben tantas cosas se abre con una cita de Julio Ramón Ribeyro, un soberbio escritor peruano cuyo desconocimiento por parte del gran público quizá se deba a que, aunque pudiéramos incluirle dentro de la generación del boom, nunca pretendió escribir lo que todo esperaban de él entonces: otra Novela Total Latinoamericana. Una estirpe de descreídos de la necesidad del libro de Gran Formato y de las Novelas Gruesa Acariciadas con Devoción, en la que también queremos incluir al uruguayo Mario Levrero y al chileno Alejandro Zambra. Con "Kazbek", Leonardo Valencia ha conseguido escribir una novela que sigue resonando al cerrarla y merecedora de hacerle un buen sitio en nuestra biblioteca. De hecho nos anuncia que "Kazbek" tendrá sus continuadoras: el libro nunca se termina porque no ha hecho sino abrir otros caminos posibles, que continuará como parte de un ciclo de seis novelas referentes al diálogo de la literatura con otras artes.

Publicado en soitu.es (21-3-09)


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Lo que estoy leyendo (2)

26 de diciembre de 2008

Desde que leímos El libro flotante de Caytran Dölphin (Funambulista, 2006) esperabamos tener más noticias de su autor, Leonardo Valencia. Hace poco se ha editado, en la misma editorial, una novela corta titulada Kazbek.

Un tal señor Peer le entrega a Kazbek una serie de ilustraciones, "bichos", para que él las acompañe con textos. La finalidad es completar entre ambos un "Libro de Pequeño Formato". Pero qué es eso? Cómo podríamos definir aquello en que se convierte esta novela de Leonardo Valencia? Qué es un Libro de Pequeño Formato?
El señor Peer parece tenerlo muy claro. Esta es la definición que propone:


"¿Qué es un Libro de Pequeño Formato?, le pregunta Kazbek al señor
Peer. Éste le responde punto por punto con un total de nueve aproximaciones.
Dice que es

1. Un libro corto que parece no agotarse nunca.
2. Un libro que puede perderse porque no se lo olvidará.
3. Un libro que, como una navaja, entra y sale cortante en el cuerpo
cerrado de la Biblioteca.

4. Un libro que no tiene pretensión de dar el Gran Golpe
Definitivo.

5. Un libro que despierta en el lector curiosidad por el autor que lo
ha escrito, hasta ese momento absolutamente desconocido.

6. Un libro que el lector no tenía previsto encontrar.
7. Un libro del que nadie sabe a qué género pertenece ni qué ha dicho
la crítica ni en qué editorial ha sido publicado.

8. Un libro que el lector no sabe ni quiere resumir sin que se
subvierta y destruya su contenido.

9. Un libro que crea silencio para escuchar cómo fluye la
fuente."


(extraído de Leonardo Valencia, Kazbek. Funambulista, 2008)

Para conocer la existencia de un décimo y simétrico punto, sobre el que he prometido no poner por escrito, y el listado de títulos (imprescindibles) que figuran dentro de esta nueva categoría, hay que leer el resto de la novela. Ese era sólo un fragmento para incitar a su (muy recomendable) lectura.

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Libros intermitentes: haz tu propia "lista de reproducción"

28 de septiembre de 2008
una de las tantas pilas de libros

Hace unos días, mientras ojeaba cierta novela, antes de prestarla, encontré un párrafo que había subrayado y que al leer descubrí que encajaba perfectamente como encabezamiento de aquello que estaba escribiendo.

A veces es suficiente con abrir un libro para ver cómo cae una foto que creíamos perdida o para sorprendernos por la casualidad de leer aquello que no estábamos buscando ahí.

Ese libro (que presté) forma parte de aquellos que una vez leídos, subrayados, anotados o señalados de cualquier forma, siempre tenemos cerca para poder volver a ellos: abrirlo al azar y leer apenas un fragmento, o de forma discontinua como si fuera una 'lista de reproducción' de canciones (en tu ordenador), empezando por la página 143, saltar sin motivo a la 381 para volver después a la 317. No se trata de releer de principio a fin, sino de pasear por sus páginas de forma aleatoria en busca de consuelo, inspiración o, simplemente, para pasar el rato.

Con motivo de la reciente publicación del último libro de Enrique Vila-Matas, 'Dietario voluble' (Anagrama), y el aniversario —también en este mes de septiembre— del nacimiento de Cesare Pavese, autor de 'El oficio de vivir', hablamos de este tipo particular de libros de lectura intermitente, entre los que incluimos estos dos últimos.

Una aclaración antes: no se trata de un listado de nuestros libros favoritos, sino algunos a los que volvemos una y otra vez para leer algún capítulo. Esta es la 'lista de reproducción' que hemos preparado:


* Enrique Vila-Matas, 'Dietario voluble' (Anagrama)
Quienes disfrutábamos cada vez más con sus ensayos breves sobre los más diversos temas (la escritura y los escritores, pero también la ciudad de Barcelona o el avance imparable de la estupidez…) hemos encontrado en esta última entrega del líder y fundador de la 'conspiración shandy' uno de, a nuestro parecer, sus mejores libros.

* Lichtenberg, 'Aforismos' (Edhasa)
Los cuadernos borradores de este científico alemán son toda una constelación de ocurrencias dispares: reflexiones brillantes, observaciones certeras o circunstanciales, llega incluso a anotar sueños y algunas frases sin sentido aparente. Su obra , escrita para sí mismo y no ser publicada, queda como un lugar incómodo en el siglo XVIII, porque critica principios comunes a los ilustrados (como los excesos de la Razón), o se anticipa a la exploración del inconsciente surrealista. De hecho, el general de las filas surrealistas, André Breton, le incluyó en su 'Antología del Humor negro'.

* Remy de Gourmont, 'Pasos en la arena' (Periférica)
La palabra y el don para usarla pueden humillar y hacer reír con la misma facilidad, aunque nunca a las mismas personas. Desde su escritorio Remy de Gourmont fue profundo y extremadamente ingenioso en todas sus opiniones: una sentencia breve puede herir el costado y el orgullo de quien opina lo contrario. La propuesta editorial de Periférica nos descubrió más sorpresas en su creciente 'Biblioteca Portátil': los libros de 'aforismos' de Antoine de Rivarol y de Joseph Joubert .

* Julio Cortázar, 'Rayuela' (Alfaguara)
A Rayuela siempre se puede volver porque en todo momento reconforta y sorprende, como un sombrero (de mago) del que no dejan de aparecer los objetos más curiosos y aquellos que hace tiempo llevábamos guardados en los bolsillos y creíamos perdidos. Un libro abierto en muchísimas direcciones que una vez leído es perfecto para (re)leer sin ningún orden ni 'tablero de dirección'. A quienes me conozcan: perdón por volver a hablar de Cortázar.

* Cesare Pavese, 'El oficio de vivir' (Seix Barral)
A veces busco en su diario (escrito entre 1935 y 1950) la anotación que corresponda con el día en que abro el libro. Siempre escucho a Pavese hablar consigo mismo: dándole vueltas a la posibilidad del suicidio o defendiendo el simbolismo contra las vanguardias. Me gusta que desconfíe de la ciencia, las reflexiones sobre su condición de poeta, y que siempre termine volviendo a los temas del destino y el libre albedrío del individuo en este mundo que, siento en ocasiones como él, "es un asco".

* W. G. Sebald , Austerlitz (Anagrama)
Podríamos decir que uno de los Infames es adicto a subrayar y releer la novela. Terminó contagiándonos a los demás, viendo la facilidad con que esta profunda narración sobre la identidad y la patria le servía para encontrar la frase adecuada en las situaciones más diversas. ¿Quién es el extranjero que toma notas y hace dibujos en la estación de Amberes?; ¿quién soy y cuál es mi hogar?, se pregunta el propio extranjero (Austerlitz) después de conocer su verdadero nombre y origen.

* Andy Warhol, 'Mi filosofía de A a B y de B a A' (Tusquets)
Warhol habla de los asuntos más peregrinos con quien quiera escucharle. Desde la conversación telefónica mientras come mermeladas de distintos sabores hasta las reflexiones sobre la compra de ropa interior en grandes almacenes, nada en este libro tiene desperdicio. El personaje construido por Warhol de sí mismo sentencia entre lo banal y lo genial, sobre la fama, el dinero o sobre 'cómo quitarse el estrés con una aspiradora' (¿?) Para quien le tome en serio o quien decida que todo es una broma, le espera un final sorprendente: "-¿Y qué?"

* Pedro Salinas, 'Cartas a Katherine Whitmore' (Tusquets)
Nuestra concepción del amor depende en gran parte de las palabras que lo han nombrado y que nosotros hemos leído. Es curioso cómo nuestros sentimientos adquieren forma definitiva en las palabras de otros. Salinas es en parte 'culpable' de muchas de las cartas que alguna vez he tratado de escribir, y yo de haberle 'plagiado' en alguna que otra ocasión.

* Fernando Pessoa, 'Libro del desasosiego' (Acantilado)
Estas anotaciones escritas por Bernardo Soares, 'tenedor de libros en la ciudad de Lisboa' y semi-heterónimo del desdoblado Pessoa, pueden destrozar el ánimo de cualquiera. Completamente solo, entre su oficina y la habitación en que duerme, paseando por las calles de la ciudad mientras los comercios lisboetas aún no han abierto, la vida es un sueño y un absurdo. La tan traída e imposible de definir 'saudade' inunda este libro fragmentario y siempre desordenado.

Esta es tan sólo una posible lista de reproducción al abrir al azar algunos de los libros de nuestra biblioteca, como si hubiéramos pasado la noche en un lupanar cambiando constantemente de habitación.

Quien quiera puede imaginar su propio itinerario por las páginas subrayadas de sus libros favoritos.

Posdata: una última aclaración: la novela de la que hablamos al principio es 'El libro flotante de Caytran Dölphin' de Leonardo Valencia (Funambulista), por si a alguien puede interesar. Pero mentí, porque de aquello no hace unos cuantos días sino varios meses, pero estimé que era un buen inicio para este artículo y para —de paso— recordarle a mi amigo que sigo esperando que me devuelva el libro que le presté.

Publicado en soitu.es (23-09-2008)

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