ELIGE UN SUPERPODER (Literatura y Cómic 2)

23 de mayo de 2008


No sé si tarde. Pero hemos vuelto a descubrir los cómics.
Para bien (por supuesto).
Y para mal (también). En parte porque ahora nos damos cuenta que, al igual que nos pasa con las novelas, cada obra leída amplia el número de obras por leer. Sentimos también esa especie de pánico escénico (exagero!) al elegir entre lo aún desconocido algo nuevo para leer.
El lado bueno del asunto es que esa agradable sensación de ensimismamiento y emoción del ritual de abrir un libro no distingue entre una novela o un cómic. Hay excepciones, claro; y manías también, como la de acompañar el “libro de cabecera” con nuestro cómic favorito (el mío: Jimmy Corrigan, el niño más listo del mundo)

Los gestos más radicales, las propuestas más sugerentes, arriesgadas y audaces suelen proceder de la periferia. El cómic, a pesar de ir dejando a un lado su consideración de subcultura y entretenimiento minoritario, sigue siendo una creación al margen de lo académico. Por eso mismo, en muchos casos logra sorprendernos, o intuir nuevas posibilidades del medio para contar historias.

Quizá sea esa libertad creativa lo que ha podido reclamar la atención hacia el género del cómic a algunos escritores (de novelas)
La reciente lectura del siempre recomendable César Aira (futuro Premio Nobel en el año 2020 según imagina Carlos Fuentes)y de su último libro, Las Aventuras de Barbaverde, nos llevó a rastrear algunas curiosas colaboraciones entre la “alta” literatura y el tebeo.

Un primer indicio apareció en un lugar inesperado. Un “tipo infame” me puso sobre la pista de La bomba increíble: en las memorias de Francisco Ayala, ampliadas con los años y tituladas Recuerdos y olvidos (Alianza), se hace referencia a la citada novela, obra del poeta Pedro Salinas (La voz a ti debida).
La bomba increíble (1951) (Cátedra)se lee con la curiosidad de la que habla Ayala, sabiendo que no se trata de una obra maestra, pero despertando nuestro interés al construir y desarrollar la novela con los materiales más conocidas del cómic: desde el peligro cósmico en forma de bomba que un día aparece en la imaginaria Acrópolis de la Paz, hasta los personajes planos y antagonistas: un científico loco que plantea terminar con la paz y el mundo conocido, y una pareja de disidentes que se enfrentan a la nueva situación de peligro.
El desenlace encuentra una lírica y posible solución al conflicto en el abrazo: “para abrazar lo que no se entendía, lo que a todos puso en pánico y ella fue a buscar, en amor: lo que sólo por abrazo se podía salvar.”

Dino Buzzati publicó Poema en viñetas en 1969 (Gadir). Supuso desde ese momento una sorpresa y un más que agradable acontecimiento literario, no sólo por su originalidad y calidad (sin duda), sino porque esta obra de Buzzati, conocido sobre todo como novelista (El desierto de los tártaros, Un amor…), recibió un importante premio al mejor cómic del año.
Desconocíamos las dotes pictóricas de Buzzati, que también fue escenógrafo y pintor, empleadas aquí para extraer posibilidades nuevas de la combinación de texto e imágenes.
Recurre a una forma muy “moderna” e innovadora para contar (y dibujar) un tema del todo clásico: el mito de Orfeo y Eurídice: ambientado en la Milán de los años sesenta cuenta la historia de un cantante moderno que desciende al infierno para rescatar a su amada de la muerte.
Su lectura y disfrute nos descubren parte de las capacidades ilimitadas del género del cómic.

Creador de más de un “animal híbrido” (Ultimo Round, La vuelta al día en ochenta mundos…) Julio Cortázar nunca se ha mostrado remiso a utilizar otros recursos ajenos al texto en sus obras.
En Fantomas contra los vampiros multinacionales, dejando claro desde el título su vocación evidentemente política, emplea los personajes y las viñetas del cómic, pero también otros registros visuales como las ilustraciones (ajenas) y los collages. Cortázar suele escapar de los lugares comunes de la novela “al uso”.
La trama peca (algo) de ingenua: tras la desaparición de libros, el incendio de bibliotecas y las amenazas a los escritores (el propio Cortázar aparece como un personaje de tebeo, pero también Octavio Paz, Susan Sontag y Alberto Moravia) se esconde un nuevo enemigo. Un villano sin rostro que muy a nuestro pesar es demasiado poderoso y de fácil regeneración: las agencias de seguridad y las multinacionales. El conocido héroe Fantomas, como un antiguo caballero andante, trata de enfrentarse a ellas y desmantelar sus planes para controlar el mundo. Un malvado plan en la ficción que no andaba muy desorientado en el momento histórico en que Julio Cortázar concibió este divertimento literario no exento de denuncia.: el “sean realistas, pidan lo imposible” y las denuncias por parte de algunos organismos internacionales a EEUU y a gobiernos sudamericanos dirigidos desde el norte, motiva este regreso a los superhéroes de la infancia y la crítica al pensamiento único e impuesto.
“-Mire, señor […], la historia viene a ser como un bife con papas fritas, uno lo pide en cualquier lado y siempre tiene el mismo sabor.”

Siendo tan comunes los libros que relatan el proceso de escritura de una novela o las películas sobre los problemas que surgen en un rodaje, llega también el análisis del cómic dentro de la ficción: la (cada vez estoy más convencido) magnífica novela de Michael Chabon, Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay (Premio Pulitzer en 2001 y publicada un año después en España por Mondadori)
El joven Joe Kavalier, admirador de las artes de Houdini y aprendiz de escapista, logra huir de la Praga ocupada por los nazis, llevando y haciendo desaparecer con él al mítico Golem. Tras el exitoso truco y ya en Nueva York, unirá su talento artístico para la ilustración con la habilidad narrativa de su primo Sam Clay para la ficción popular, tratando de destacar en la incipiente industria del cómic, un arte todavía novato y bastardo.
Sam trata de escapar del tanque cerrado de su barrio, y Joe de que su familia logre huir de los campos de exterminio para judíos. Por ello se entregan con concentración masturbatoria a la creación de cómics, a la búsqueda de un lenguaje propio y su Superman particular: el Escapista y la Liga de la Llave de Oro, que lucha por la justicia y a favor de los más desfavorecidos. (En plena Segunda Guerra Mundial es obvio decir quienes cumplen el papel de desfavorecidos.) Pero todo superhéroe tiene un archienemigo al que enfrentarse, y en este caso, mezclando la realidad aplastante y los propios sueños, no es otro que el mismo Hitler.
Una obra maestra. Un truco literario magistral: saber tratar tantos temas y contar tantas cosas con la excusa de trazar una pequeña biografía del cómic y la historia de dos jovencitos soñadores en la norteamérica de los años cuarenta. Lo mejor de Chabon a la espera de poder leer su último título El sindicato de policía yiddish.
Quien no sea aficionado a los “tebeos” tampoco debe perderse esta novela.

Las aventuras de Barbaverde (Mondadori, 2008) ocasionaron todo este revuelo de novelas y superhéroes. Y es justo que con ellas terminemos.
César Aira hace lo que quiere: todos preocupados por innovar y él se propone escribir una novela de superhéroes basada en el cliché, incluyendo todos los tópicos del género. A saber, un joven periodista que se enamora de una hermosa artista conceptual, y las aventuras del superhéroe Barbaverde por echar a perder los planes del profesor Frasca para controlar el mundo: un salmón gigante que ocupa la inmensidad del cielo, por ejemplo (y bizarro, sin duda).
Lo sorprendente es que con elementos aparentemente tan zafios logre articular una gran novela, que él mismo ha definido como “una aventura de Superman escrita por un discípulo de Lacan”. Un “engendro” lleno de humor, desbordante imaginación, con espacio para las reflexiones más inteligentes, pero también para las bravuconadas y acontecimientos imposibles que suceden en estas historias.
Una recomendación: buscar esta novela, aún entre las novedades, y celebrar la lectura de cada página. El número de seguidores de César Aira debe seguir aumentando.
Publicado en soitu.es (18-05-2008)

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