ESTO NO ES UNA CELEBRACIÓN DE MAYO DEL 68

3 de junio de 2008


Junto a los fastos dedicados al bicentenario independentista de 1808 que se han organizado a modo de "mausoleo" en las mesas de novedades de las librerías, suele encontrase estos días una pequeña "capilla" de libros (novedades y reediciones) en la que algunos rezan a la divina inocencia y espíritu combativo de aquel mayo del 68.

Nosotros, que a veces aún nos sorprendemos en actitudes inocentes, recopilamos a finales de abril unos cuantos libros sobre el tema: el 68 francés (ver final del artículo). Un mes de mayo que aunque no fue el único, siempre ha sido el más (sonoro y) sonado; ahora, al menos, es el que más vende. Pero todos esos libros quedaron arrinconados a consecuencia del encuentro con una novela de apenas 100 páginas y de hermoso título: 'Campo de amapolas blancas' (Tusquets, 2008).

Pudimos conocer a Gonzalo Hidalgo Bayal cuando Tusquets recuperó 'Paradoja del interventor' (2006). Aunque considerada por algunos su mejor novela, otros, en cambio, amparados en los elogiosos comentarios que acompañaban su publicación, disfrutaron de su lectura pero no les pareció "para tanto". Eso mismo me dijo ayer un hombre en la librería, "sin duda una gran novela, pero no es para tanto". Me explico: qué novela soportaría el horizonte de expectativas que la siguiente crítica abre en el desamparado lector: "Ojo, lector en singular, he aquí la novela más importante que he podido leer en los últimos años, no sé si diez, quizá veinte". Difícil, casi imposible elevar una novela a tal rango (Tipos Infames agradeceríamos cualquier opinión o recomendación al respecto, sobre todo si la novelas propuestas aún no las hemos leído).

Aún así, no sólo por llevar la contraria, prefiero 'Campo de amapolas blancas' –como el Strawberry fields forever de los Beatles pero en tierras extremeñas-. Es una novela muy breve, pero me parece absolutamente redonda, casi perfecta. Y a pesar de ser tan pequeña (poco más de 100 páginas si le sumamos el epílogo a cargo de Luis Landero) en ella cabe de todo: clases de literatura en un colegio religioso; los programas de televisión que podían verse y los que no; las lecturas prohibidas; "cuando Otto e Mezzo nos golpeó con la certidumbre de una belleza intacta e insondable"; la curiosa mezcla de tabaco de pipa con aspirina para colocarse; los deseos de pintar o vivir como un poeta tras leer a Cavafis; dos jóvenes españoles en el París de los años 60; la diversión gamberra y el servicio militar; o las disyuntivas de siempre: Chaplin o Keaton, Sartre o Camus, Godard o Truffaut, The Beatles o The Rolling Stones…y un largo etcétera de preferencias e influencias. Todo ello mediante la voz de un narrador que trata de recordar aquellos años y la amistad que le unió a H.

La prosa de Hidalgo Bayal vuelve a sorprendernos por su brillantez. Es capaz de controlar todos los elementos de la historia de principio a fin, midiendo incluso cada frase sin parecer forzado. Por eso mismo exige una lectura lenta: como los cuadros pequeños que en una exposición reclaman nuestra cercanía y atención exclusiva, 'Campo de amapolas blancas' casi nos obliga a detenernos y releer, no sólo fragmentos, sino capítulos enteros. La última vez que había experimentado esta sensación de cercanía y lectura pausada fue con 'De la elegancia mientras se duerme' (Impedimenta, 2008), del decadente y provocador Vizconde de Lascano Tegui. Releí una a una cada entrada del diario.

Este fin de semana trataré de pasar religiosamente por La Feria del Libro, pero si hay tormenta, como parecen pronosticar, me quedaré encerrado en casa oyendo llover, leyendo de nuevo 'Campo de amapolas' blancas, e imaginando que yo también en algún tiempo quise ser director de cine como los personajes de la novela. "Íbamos a hacer cine los dos, hasta el último aliento, 'à bout de soufflé': él sería guionista y yo director. Fabricaríamos un cine diferente y genial, expresión de una belleza nueva en la que el hombre iba a reconocer su intacta ontología. Ganaríamos dinero hasta la extenuación. Además, según los caprichos añadidos de la industria y del talento, nos acostaríamos con las actrices y con las peluqueras y con las maquilladoras y con las starlets, pero, sobre todo, para desquiciar el racord, con la script girl, nuestra veleidad erótica recóndita y morbosa".


Pero, aunque esto no sea definitivamente un artículo conmemorativo, cabe preguntarnos qué fue de aquel mayo francés . Ahora se puede encontrar información en exceso en las librerías, y la pregunta sigue siendo la misma: ¿sigue vigente y es necesario recordarlo o no?

Sobre qué supuso y las consecuencias derivadas tratan los libros de Kristin Ross, 'Mayo del 68 y sus vidas posteriores' ( Acuarela & Antonio Machado ), el escrito entre André y Raphaël Glucksmann (padre e hijo), 'Mayo del 68. Por la subversión permanente' (Taurus) o el del dúo formado por Daniel Cohn-Bendit y Rüdiger Dammann, 'La rebelión del 68' ( Globalrhythm ), que lleva como contradictorio reclamo una cita del mismísimo señor Aznar.

De todas formas, nuestro favorito sigue siendo 'Los 68' del gran Carlos Fuentes, editado en el año 2005 por Debate. El libro reúne tres crónicas: su vivencia de los acontecimientos en mayo del 68 en París, la estancia en Praga, junto a García Márquez y Cortázar, tras la invasión del ejército soviético, y los sucesos de la plaza de Tlatelolco en su México natal.

Publicado en soitu.es (31-05-2008)

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