la venganza de Zanahorio

5 de noviembre de 2008
"Uno siempre se equivoca sobre sus contemporáneos. Así que no los leamos."

Hijo no deseado, señalado por su físico durante la niñez, mirado con desdén en los medios literarios de la época... el francés Jules Renard (1864-1910) lo tenía todo a favor (o a todos en contra, según se mire) para incubar un rencor crónico hacia el mundo en general. Sin embargo Renard es considerado hoy día, y por no pocos, como uno de los escritores fundamentales dentro de aquel brillante tránsito del siglo XIX al XX. Así lo han visto autores como Jean-Paul Sartre, quien de paso le adjudicaría la paternidad de la 'literatura del silencio' o Enrique Vila-Matas, que le hace un hueco en su reciente (y recomendable) 'Dietario voluble'.

La etiqueta 'literatura del silencio' puede resultar un poco pretenciosa en boca de Sartre (incluso desagradable si uno lo visualiza mucho) pero, y sin que sirva de precedente, también resulta ajustada. Leemos en su diario: "Nieve sobre el agua: silencio sobre silencio" y tenemos la impresión de estar ante un haiku japonés. Y es que Renard escribía como un escultor maneja un escalpelo, reduciendo el bloque hasta la médula. Buscando lo absolutamente esencial, "la frase que vibra y corta como un alambre tenso".

Su 'Diario. 1887-1910' (Debolsillo, 2008) resulta de una modernidad asombrosa, y no sólo por su estilo preciso y afilado, sino por lo que tiene de retrato íntimo del propio escritor y de su medio: su mujer quemó algunos fragmentos y apostamos a que muchos compañeros de oficio cogieron el tren hasta Chitry para escupir sobre su tumba cuando leyeron algunas de las líneas que les dedicó. Pero Renard no siempre era cruel con los que le rodeaba, en ocasiones se nos muestra irónico: "A la primera sonrisa de cualquier mujer estaría perdido. Por suerte, soy feo"; en otras como un precursor de las greguerías ramonianas: "El gato es la vida de los muebles".


Toulouse-Lautrec en pleno trance creativo

Aunque el 'Diario' es considerada su mejor obra, tal vez la más conocida sea un libro infantil para adultos: 'Pelo de zanahoria' (Debolsillo, 2008). En este libro su autor exorciza buena parte de su pasado, ya que éste era el nombre con que era conocido Renard en Chitry, pueblo en el que creció y en el que se ambienta la novela. Esta recurrente vuelta a sus raíces hizo que Renard fuera visto en el París de aquellos años como un bohemio de pega, 'un aldeano misántropo'. Y, efectivamente, lo era. Porque, al igual que Josep Pla necesitaba el sosiego de la campiña para sentirse realmente vivo, el francés era un escritor local y cosmopolita a un mismo tiempo, tal vez porque, como dejó escrito, su "pueblo es el centro del mundo porque el centro del mundo está en todas partes". Muestra de esa atracción magnética por la tierra son sus 'Historias naturales' (Debolsillo, 2008): 84 pequeñas estampas de esa vida rural que inspiraron a figuras como Maurice Ravel (sí, sí... el del bolero) o a Toulouse-Lautrec, y en las que Renard se nos muestra como un moderno La Fontaine.

'Ragotte', el nuevo acierto de El Nadir, bebe en las mismas fuentes. Este cáustico dibujo (dibujo de pinceladas cortas y concisas, no en vano se puede leer como una pintura impresionista) de la vida rural es una muestra del realismo lírico y concentrado de su autor, siempre fascinado ante el espectáculo de lo cotidiano. Situándose en la perspectiva de un rico hacendado, Renard retrata la sabiduría y miseria de una familia campesina, alcanzando con ello una claridad sin límite. Las ilustraciones interiores de Félix Vallotton (otro autor rescatado por esta editorial) refuerzan el aire melancólico de una de las últimas obras de este enfermo de la literatura, quien poco antes de morir escribió: "Podría volver a comenzar, y sería mejor, pero nadie se daría cuenta. Más vale acabar...". Suscribo.

Portada de Ragotte. Ilustración del infame Vallotton

publicado en soitu.es (04-10-2008)