Por si no quieres leer a Paul Auster, tenemos un plan B

12 de noviembre de 2008

Un hombre en la oscuridad contra sus fantasmas

Paul Auster lo tiene todo para ser leído. ¿No? Cada cual tiene sus razones para esperar cada nueva entrega del norteamericano. Nosotros, en cambio, teníamos algunas para no leer 'Un hombre en la oscuridad'. Un Tipo Infame cogió una manía completamente irracional a Auster después de tratar de leer 'Viajes por el scriptorium' (Anagrama, 2007): "Eso sí que es infamia, y no lo nuestro", escribió en las dedicatorias de los dos ejemplares que nos regaló del estupendo 'Viaje alrededor de mi cuarto' de Xavier de Maistre (Funambulista, 2007); suponemos que con el dinero de la devolución del libro de Auster.

Nosotros dos, mucho más mesurados, cuando nos preguntaban, simplemente decíamos que preferíamos releer 'El palacio de la luna', 'Leviatán' o 'El país de las últimas cosas' (todos ellos editados por Anagrama), antes que una nueva novela. Y a pesar de todo hemos terminando leyendo 'Un hombre en la oscuridad' (Anagrama, 2008), aunque con la intención de recomendar una lectura paralela.

Pero en primer lugar: la última novela de Paul Auster:
August Brill se está recuperando de un accidente de coche en casa de su hija. Su escasa movilidad, sumada a sus problemas para conciliar el sueño, hace que en cuanto llega la noche y apaga la luz nada le distraiga de volver a pensar en lo mismo. Así que pone todo su esfuerzo en alejar de su mente los fantasmas que le rondan, inventándose historias y tratando de esquivar lo inevitable: que una idea le lleve a otra (y así sucesivamente) hasta que termine recordando su propio pasado y el de su mujer, la pena de su hija y el drama de su nieta, cuyo novio fue asesinado en Irak.

Y hasta aquí puedo leer (como decía Mayra Gómez Kemp). Quien haya leído un par de novelas de Paul Auster y tenga un poco de suspicacia podrá imaginar el resto. Aprovechando la profesión de mago de Owen Brick (El Gran Zavallo), creemos que Paul Auster ha perdido cierta magia a fuerza de repetir los trucos. En 'Un hombre en la oscuridad' ya no es posible la confusión de expectativas que en otros libros suyos lograban sorprender al lector. Tan sólo consiguieron sorprendernos las críticas sobradamente elogiosas, como si nadie pudiera toserle al Sr. Auster; bueno, nadie salvo Mario Vargas Llosa, que recientemente exageró (como últimamente nos tiene acostumbrados) metiendo en el mismo saco a los "esperpentos indumentarios" de John Galiano, a la revista Hola y a Paul Auster, entre otros, como representantes de lo que él tiene a bien llamar la "civilización del espectáculo", que trata de huir de la reflexión y de todo aquello que no sea divertido.


"Es curioso cómo es similar la oscuridad del mundo a la de los párpados, pantallas infinitas en donde puede escenificarse el mundo con más posibilidades de las que el mundo suele tener. Nuestra mente insiste en buscar las formas. […] Cuando todo es negro la vista puede llegar a cualquier sitio. ¿Quién pone límites a la oscuridad?"

Este fragmento bien podría parecer entresacado de 'Un hombre en la oscuridad' pero se trata de la extraordinaria novela que leímos en paralelo a la de Auster: 'El mar de todos los muertos' (Lumen, 2008) de Javier Argüello, conocido para algunos por 'Siete cuentos imposibles' (Lumen, 2002). A diferencia de la huida que se plantea a sí mismo August Brill, basada en la ilusión del olvido y guardar silencio sobre su pasado, la huida de Joaquín, protagonista y narrador de 'El mar de todos los muertos', es geográfica: huye de la fama y de las expectativas generadas por su primer libro, huye del lugar en que le conocen, de los círculos literarios y de sí mismo.

"Vine a Mallorca con el firme propósito de dejar de escribir". Un inicio que puede parecer escrito por Vila-Matas y que según avanza la novela nos recordaba en muchas ocasiones a 'La invención de Morel' de Bioy Casares, porque en cuanto Joaquín se instale en la casa de la costa empezará a sentirse extrañado por una cadena de acontecimientos incomprensibles (incluidas apariciones de familiares que creía muertos y túneles subterráneos) que a ratos parecen sueños, a ratos productos de su imaginación de escritor, pero siempre con consecuencias palpables en la vida real. Porque uno de los grandes aciertos de 'El mar de todos los muertos' es continuar con la ficción desde el principio al final de la novela, sin caer en los recursos fáciles que tratan de explicar las razones lógicas de lo sucedido.

Javier Argüello demostró en los cuentos sobradas capacidades para inventar ficciones, una virtud que parece seguir creciendo y que logra saber mantener a lo largo de la larga distancia de la novela. Magnífica.

Y si alguien no desea salir del ámbito de la literatura norteamericana contemporánea, hemos sacado de nuestras estanterías otro libro con cierta similitud temática: 'El nombre del mundo' de Denis Johnson (Mondadori, 2003). Michael Reed, profesor universitario, cuenta su particular descenso al infierno de sus recuerdos: la muerte de su mujer y su hija en un accidente de tráfico del que él logró sobrevivir; y las conversaciones imaginarias que él tiene con el vigilante de un museo al que acude con frecuencia porque, de forma inexplicable, hay un dibujo que le obsesiona.

De Denis Johnson (otra recomendación de Rodrigo Fresán a la que afortunadamente hicimos caso) se acaba de presentar 'Árbol de humo', también en Mondadori, ambientada en la guerra de Vietnam y ganadora del National Book Award 2007.


Publicado en soitu.es (09-11-2008)


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1 comentario

  • Denis Johnson es uno de mis escritores preferidos, pero "EL nombre del mundo me parece lo más flojo que tiene" Prefiero "Hijo de Jesus" o "Angeles derrotados", su primera novela.

    EN todo caso, tendré que recaudar unas cuantas deudas para comprarme su nuevo libro. Me parece un escándalo los precios que están poniendo ultimamente a los libros. 26 chapos por un libro aunque tenga 600 páginas es una sobrada.

    PD: Yo creo que con quien se equivoca Vargas Llosa es con Galliano, porque lo que hace tiene poco que ver con la indumentaria.