Manuscritos hallados en los bolsillos y en la cómoda

12 de febrero de 2009
Mi ejemplar de Rayuela y una fotografía encontrada

En la última jarana compartida con los Tipos Infames, me pidieron que desde mi experiencia de lector, más consumido que consumado, y admirador de la obra de Julio Cortázar escribiera un breve texto para recordarle alegremente hoy (y todos los días) en que se cumplen los 25 años de su muerte. Les respondí afirmativamente y muy contento del encargo. Pues ahí voy, recordando de paso otro emotivo aniversario que se avecina: el día 22 de este mismo mes, hace 80 años, murió el poeta Antonio Machado.

Siendo aún muy joven creí descubrir un método que supuse infalible para convertirme en poeta (tendréis que imaginarme completamente inocente a mis 15 años y sentiros un poco del mismo modo.) Supe a esa edad que al morir Antonio Machado encontraron en uno de sus bolsillos este último verso escrito: "Estos días azules y este sol de la infancia". El inicio de un poema que las circunstancias de la España de entonces, de la que huía con presagios y cielos más oscuros, y su propia muerte dejaron inconcluso para siempre. Pero para mí, tan joven e impresionable, ese solitario verso encontrado en el bolsillo del poeta me pareció maravilloso, casi con entidad total de poema.

Y así, lo repetía una y otra vez. "Estos días azules y este sol de la infancia". Mi estrategia entonces, de poeta sin obra, era escribir, inspirado fatalmente por la ignorancia y la inocencia, el verso inicial de posibles poemas que quedarían siempre por terminar. Escribía un verso e introducía el manuscrito en el bolsillo del pantalón, esperando que el azar y un imaginario accidente terminaran con alguien encontrando en algún bolsillo de mi cuerpo ya inerte el inicio de un magnífico poema que las trágicas circunstancias dejaron inconcluso. Y con apenas una serie de inicios de versos que algún estudioso o mi pobre madre encontraran dentro de un cajón, pasaría a los libros de texto que entonces tenía que estudiar como autor de una obra peculiar y con una muerte absolutamente literaria.

Obviamente, estas instrucciones para escribir un poema (y pasar a la posteridad) se mostraron del todo inútiles. Así que pospuse ese pequeño antojo por escribir, que aún no era necesidad, y seguí leyendo. Mucho. Saltando de un poeta a otro de forma completamente desordenada. Probaba poetas nuevos y volvía a los ya conocidos. A pesar de todo, sigo diciendo que mi gran experiencia poética fue durante la lectura de una novela: la conocida 'Rayuela' de Julio Cortázar. Y ese sigue siendo uno de mis tesoros preferidos: el recuerdo de aquella primera lectura desorientada en algo tan nuevo para mí, un artefacto poético y visual como nunca antes había experimentado, y el posterior descubrimiento no sólo de una nueva forma de mirar el mundo después de cerrar el libro, sino del lento disfrute de abrir los ojos.

Así dirigen el tráfico los cronopios

De Rayuela siempre se han destacado sus virtudes como juego en el que la colaboración (creativa) del lector es imprescindible (y sin la cual esta 'novela' no sería más que un collage desarticulado de instantes mágicos), se sigue hablando de su acertada combinación de 'surrealismo' y 'existencialismo' (Julio Cortázar siempre fue un 'afrancesado', incluso antes de tener dicha nacionalidad y la dificultad para pronunciar la 'erre'), y de muchos otros aspectos más… porque Rayuela no deja de extender intuitivos tentáculos de pensamiento en todas las direcciones posibles. Pero ya que Julio Cortázar, muy a su pesar, nunca logró ser considerado poeta, sino un novelista entretenido en el juego de hacer versos, hoy quería imaginar 'Rayuela' —y esta será mi forma de recordarle el día de hoy— como un inmenso poema épico, con su lado de allá, el lado de acá y todos sus capítulos 'prescindibles', con Oliveira como un héroe empeñado en comprender en qué consiste su lucha por vivir y en encontrarse de nuevo por azar con la Maga en alguna calle de París… Al igual que sucede con los poemas, es prácticamente imposible no desanimar a la lectura de esta novela si la reducimos a su argumento, como si disecaramos un buen poema contando en un par de líneas los temas que trata. ¿Qué sucede en Rayuela? Poco, me atrevería a decir que nada. ¿Qué les pasó ayer a ustedes? Nada reseñable, seguramente, pero ¿no les parece aún así maravilloso?

En la primera página de esta (anti)novela se nos advierte que "a su manera este libro es muchos libros", y en sucesivas lecturas he podido comprobar que Rayuela tiene la capacidad de seguir sorprendiendo, como si de su interior siguieran saliendo objetos e ideas aún insospechadas.

Julio Cortázar murió el 12 de febrero de 1984 y yo no sabía quién era. Y al primer «Cortázar» que leí, por error, fue al historiador García de Cortázar, donde no pude encontrar aquello que esperaba. Hoy, 25 años después, he tratado de saldar esa deuda que tenía con él gracias a la invitación de Tipos Infames, aunque las prisas por redactar el texto me hayan hecho hablar, como siempre, más desde la pasión que desde el conocimiento.

Cada seguidor del poeta —ya dije que hoy le trataré como tal— lo celebrará a su modo, mientras que todos esperamos el prometido libro ('Papeles inesperados' se anuncia para mayo, editado por Alfaguara) con los manuscritos que hace poco tiempo se encontraron en una cómoda en la casa de Julio Cortázar, tan repleta de papeles que se resistía a dejar abrirse. No esperamos ninguna maravilla, sabiendo que se trata de algún descarte y fragmentos que no quiso publicar en vida, cuya comprensión y disfrute dependerá del conocimiento del resto de su obra. No creo que vaya a ser plato de buen gusto salvo para algún que otro fanático, que lo sentirá como un nuevo e inesperado manjar, como el sabor del cocido cuando ha sobrado del día anterior. A mí, y a muchos otros, nos encantará.

(Escrito por Manú T.)

(Manú T. conoce a los Infames y a pesar de ello es su amigo. nació un día cualquiera y desde entonces sigue leyendo)

Publicado en soitu.es (12-2-2009)


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