Los libros son objetos, sí, pero...

30 de junio de 2009
Lemmy Caution es un tipo duro (o eso es también relativo?)

Cuando el peligro dejó de acercarse para instalarse definitivamente y se escucharon los primeros disparos en las colinas que rodean la ciudad, todos se fueron a buscar refugio al centro y abandonaron sus casas. A pesar de la difícil situación, marcada sobre todo por el frío, Gabriel Siván se quedó. Primero porque estaba convencido que no le dejarían entrar en ningún lugar con su perro Príamo, pero también porque a pesar de las enormes dificultades no quería abandonar sus libros a la suerte de las manos bárbaras que pudieran llegar cuando él se fuera. Así parece reflexionar:

"Los libros, sí, son objetos, y como tales se pueden volver a comprar si es que se han perdido. Pero los libros subrayados, anotados,
manoseados, manchados, leídos sobre el vientre de tu amada esposa, ¿quién te los devuelve?"

Tanto el inicio de la historia como la cita pertenecen al segundo de los cuentos de 'Al final del mar', el estupendo (y no exagero) libro de Gabriel Sofer (si ese es su verdadero nombre) editado por El Olivo Azul. En 'El incendio de Homero' -así se titula el cuento- a los libros que Gabriel Siván aún conservaba porque merecían una relectura les espera un destino cruel, marcado por las condiciones impuestas por el silencio y el frío, y que aquí no revelaré (no quiero destrozar el encanto del cuento, sino recomendarlo).

Cuando hablo de ciertos libros insustituibles pienso en Eddie Constantine leyéndole a Anna Karina en 'Alphaville' algunos versos subrayados de su ejemplar de 'Capitale de la douleur'. Hay palabras que ella no comprende pero que consiguen recordarle algo; es difícil ya que los ingenieros al Alpha 60 cada día hacen desaparecer ciertas palabras porque están prohibidas. Palabras como "enamorarse", conciencia", "petirrojo"... Sucede porque algunos libros consiguen absorber algunas circunstancias del momento de su lectura y conservarlas hasta que vuelve a abrirse de nuevo. El libro que en mi estantería aún mantiene intacta en su cubierta la forma del vientre sobre el que ha sido leído tantas veces de forma compartida es 'Las ciudades invisibles' de Italo Calvino. Un libro que es sólo el inicio de una bibliografía subrayada sobre el mismo cuerpo, y que, como dije al referirme al cuento 'El incendio de Homero', aquí no revelaré.

"Porque es la gente que escribe cosas incomprensibles.

Ahora lo sé, solían llamarlo poesía." (Jean -Luc Godard, 'Alphaville')

LA ENAMORADA

Ella está de pie sobre mis párpados
Con sus cabellos en los míos,
Tiene la forma de mis manos,
Tiene el color de mis ojos,
Se ha sumergido en mi sombra
Como una piedra en el cielo.

Ella tiene los ojos siempre abiertos
Y no me deja dormir…
Sus sueños a pleno día
Evaporan los soles,
Me hacen reír, llorar y reír,
Hablar sin tener nada que decir.

[Paul Eluard, 'Capital del dolor'. Visor. Traducción de Eduardo de Bustos]


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