Al final de la escapada

9 de julio de 2009
Quizá en lo más alto pueda haber otra respuesta

En ciertas ocasiones, hemos aprovechado estas líneas para destacar a escritores extraños que por sus nombres casi imposibles de pronunciar, sus enfermedades, enajenaciones o sus rarezas literarias, han abierto un hueco en nuestra particular infamia. Autores que en muchas ocasiones pasaron desapercibidos en su tiempo y que conforman la otra cara de la moneda de la literatura oficialista.

Uno de los que más nos gusta, no sólo por reunir las tres condiciones expuestas en el primer párrafo, es Adalbert Stifter. Considerado como uno de los más destacados escritores austriacos, admirado por Mann o Kundera —quien le otorga el título de "escritor clave de la Europa central del siglo XIX"—, ha sido un gran desconocido en las editoriales de nuestro país. Sólo a partir del último año se han multiplicado sus ediciones en español, gracias a la labor de las pequeñas editoriales como Pre-Textos, Nórdica o Impedimenta.

Es esta última la que edita por primera vez en nuestro país, la maravillosa "Der Hagestolz", que, como todos sabéis ¡queridos lectores germanófilos!, se ha traducido como "El solterón". Una estupenda novela en la que se narra el viaje de Víctor, un joven adolescente, a casa de su tío. El encuentro con el anciano familiar, apartado de la vida social y recluido voluntariamente en una apartada isla, supone su ruptura con la edad temprana y la introducción en la madura. La transición, desarrollada de forma gradual y coherente, está exenta de artificios románticos, lo que convierte al texto en una narración de fácil lectura y contenida intriga.

Tener cuello no es imprescindible para ser buen escritor

Víctor vive con su familia adoptiva en el campo, rodeado de un entorno natural y bucólico que al joven le lleva a meditar y reflexionar sobre su vida, tomando la decisión de no casarse. La llamada de su tío, impone un largo viaje a pie a través de la rica naturaleza austriaca y sus paisajes. Este 'tú a tú' con la natura es característico de la formación educativa de la Austria del XIX que el autor hace propia en muchas de sus obras, como en "Verano tardío".

Stifter aboga por una educación mental (Bildung) que propugne los valores naturales y la armonía que en estos impera. Por ello, no duda en defender la vida campestre frente a la social y urbana. Las equivalencias entre las estupendas descripciones de los parajes que recorre Víctor y el mundo interior del mismo son difícilmente igualables en otros escritores. Su estilo descriptivo, con un audaz dominio del diccionario, hace que la realidad se abra ante nosotros como si paseáramos por las mismas pendientes escarpadas que narra.

El tío, adusto y esquivo al principio, irá marcando sutilmente el camino a seguir del inexperto joven. Las conversaciones que mantiene están cargadas de vibrante tensión que desemboca en el convencimiento del joven a no casarse. No debemos pensar que se trata de un elogio al matrimonio como lo conocemos. "El solterón" va más allá; sus miras no están puestas en el hecho burocrático del matrimonio, sino en el nexo afectivo y sentimental que nos une a las personas.

El solterón español

En cierta manera, como es habitual en él, Stifter propone un quebranto contra el mundo burocratizado y reglado. Frente al matrimonio de conveniencia que la familia adoptiva propone, el tío intenta que Víctor sea consciente de la importancia de cualquier toma de responsabilidad y de que una decisión de ese calibre debe estar tomada desde lo más profundo del corazón.

Para ello, incitará en el joven la necesidad de formarse, de viajar y aprender. El conocimiento como sostén de la vida moderna le hará modificar su sentido de la existencia, solventando, gracias al cariño de su tío, los errores que el viejo tozudo cometió. Stifter acierta siempre en la manera de enfocar los temas, nada en sus libros es gratuito y la sencillez con la que ahonda en las cuestiones que plantea resulta de máxima atracción. Sí, definitivamente el austriaco es un gran literato. Todo en él nos lleva a disfrutar y reflexionar sobre lo importante de la vida, que no es otra cosa que disfrutar el máximo de ella.

Publicado en soitu.es (7-7-09)


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