experimenta, experimenta... que algo queda!

13 de mayo de 2009

No sé cuanto tiempo pude estar allí de pie. Tal vez sólo fueron un par minutos, pero pudieron ser horas. Da igual. Allí estaba él, frente al estanque del Retiro jugando al nuevo rico, alborotando el gallinero, enfundándose esa mano inapreciable, convincente, hipnótica...

No es extraño que se haya elegido la figura de Ramón (descúbranse, coño, que estamos hablando del maestro) para iniciar este recorrido por "Escrituras en libertad". Una exposición que pretende ofercer una visión de conjunto de aquello que hemos dado en llamar "poesía experimental", centrándose en el ámbito español e hispanoamericano y en momentos estelares como lo fueron las vanguardias y los años sesenta. Momentos en los que se puso en entredicho la discursividad del lenguaje escrito, violentándolo hasta la quiebra.

Happening pombiano


"Poesía experimental", una etiqueta equívoca (como todas por otra parte ¿no?) que señala aquellas aproximaciones en las que palabra e imagen han transitado por territorios comunes hasta tocarse, confundiéndose en muchas ocasiones por el camino. Uno muchas veces tiene la impresión de que el árbol (feo y aburrido donde los haya) no nos deja ver el bosque. Un bosque animado, porque son las propias palabras las que se animan, independizándose de la dictadura del papel y acercándose a la música.
.
Son muchos los que están presentes en la sede madrileña del Cervantes: el creacionista Vicente Huidobro, los catalanes Josep María Junoy y Salvat Papasseit (barrenero tipográfico), los ultraístas asomados al viaducto, el inspector de alcantarillas conocido como Gecé... todo ese período anterior a la guerra está repleto de papeles humildes y amarillentos, ajados por el paso del tiempo y la humedad pero que se resiste a abandonarnos.

Luego vendría el tajo, y con él el silencio. Pero si se escuchaba atentamente todavía era posible descubrir una voz antigua, resonando desde el fondo de aquella misma soledad. Ya fuera el surrealismo ibérico que abanderó el excesivo Carlos Edmundo de Ory o el genial trapecista que fue Joan Brossa, el caso es que las letras seguían animándose hasta llegar a los primeros sesenta, años en los que comienzan a surgir figuras como el uruguayo Julio Campal, quien se empeñó en sacar del armario el cadáver insepulto de la vanguardia y agitarlo ante las narices de una españa incrédula, la españa del incienso y la caspa, pero también la de la poesía bronca y social que nunca llegó a entender a este iniciado en el secreto.

Vudú poético en tiempos de terror

Pero de los restos de aquel incendio iban a germinar buena parte de las poéticas posteriores como la del colectivo bizarro-musical Zaj. Un nombre con resonancias de bofetada: ¡Zaj!. ¿la posibilidad de un fluxus español? ¿qué coño fue zaj? "zaj es como un bar. la gente entra, sale, está; se toma una copa y deja una propina". Más claro agua.

Y más nombres, muchos más, que se alzaron en armas contra la impotencia creadora, para devolver a las palabras su primitivo poder de desvelamiento: Fernando Millán, Gómez de Liaño, el creador de máquinas imposibles Edgardo Antonio Vigo, Clemente Padín, Guillermo Deisler, el grupo ALGO, Antonio Gómez, el nunca suficientemente leído José Miguel Ullán...


dos hostias para Antonio Gómez

Hace ya mucho tiempo que no jugamos con las palabras... todavía están a tiempo, pero sólo hasta el 25 de mayo.

, , ,